|Por Libardo Sánchez Gómez*|
Lo dicho hecho está, hace unos días en un artículo advertía que si los sectores populares, o que se reclaman de izquierda, no avanzan por la izquierda a la nada van a dar (http://libsang- elviajeroysusombra.blogspot. com.co/2015/11/a-la-izquierda- derecha-va-la-nada.html ) lamentablemente así ha ocurrido primero en Argentina y luego en Venezuela. ¿Pero qué se perdió? Simplemente el cascaron del socialismo que nunca ha existido. En el caso venezolano la retoma parcial del poder por parte de la burguesía opositora es más diciente. El chavismo tuvo diez y siete largos años para llevar a cabo las trasformaciones sociales (socialismo del siglo XXI) que pregonaba. Es triste decirlo, pero con el comandante Hugo Chávez se desperdiciaron catorce años y luego tres con su “hijo” predilecto Nicolás Maduro. El chavismo, de manera autista, no valoró la ferviente devoción popular ni el apoyo irrestricto de las fuerzas militares durante la década y media en el poder. Todas las oportunidades de transformación de la sociedad estuvieron al alcance de su mano, y fueron irresponsablemente desperdiciadas. Para amellar el lomo del capital se requerían decisiones consensuadas con las bases. Pero por el contrario siempre se decidió verticalmente y a espaldas de aquellos que les entregaron en bandeja de plata el poder. ¿Hubiera sido distinto si las decisiones se hubiesen tomado de modo comunal (horizontal)? Seguramente de esta manera y con un real fortalecimiento del sector público los trabajadores se hubieran empoderado de su destino.
En un artículo previo al anterior (http://libsang- elviajeroysusombra.blogspot. com.co/2013/05/la-rebelion-de- las-bases.html ) se hacía notar como una vez los movimientos populares ponen la dirección bajo la batuta de un determinado líder y sus camarillas que le rodean se desvían los objetivos perseguidos, y dicho y hecho. El caso de Hugo Chávez es el ejemplo típico del liderazgo mesiánico. Se creyó que él todo lo sabía y todo lo podía. Ciertamente, al comandante Chávez la humanidad le debe eterno reconocimiento por haber rescatado la idea de que el socialismo es el único medio para que la humanidad pueda sobrevivir. También debe reconocérsele el llamado a la unión latinoamericana en una patria grande, como escudo contra el accionar del imperialismo norteamericano. Pero lamentablemente el camino escogido no fue el que podría permitir la construcción de una sociedad más funcional e igualitaria.
Como común denominador en los llamados gobiernos progresistas cabe destacar que el socialismo termina en un marcado asistencialismo. Y, amén de su pregón antiimperialista, sus mandatos no difieren para nada de cualquier gobierno burgués. Y así será mientras el modelo económico escogido para llegar al díscolo socialismo del siglo XXI no sea otro que el de la acumulación y el consumismo. Más allá de las buenas intenciones, está la realidad determinada por el modelo económico: siempre que haya capitalismo habrá, ineludiblemente, explotación, pobreza y exclusión. Y los gobernantes no serán más que cuidadores de los privilegios de las clases hegemónicas. Marx y Engels en el Manifiesto Comunista de 1847 previnieron: “El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”. En el caso específico de Venezuela se trata de una camarilla burguesa administrando sus propios intereses en oposición a la burguesía tradicional, transitoriamente, desplazada.
La burguesía pro chavista creyó que las masas excluidas iban a permanecer eternamente ilusionadas con su canto de sirena socialista sin socialismo. Pero el pueblo, que durante este largo tiempo adhirió con entusiasmo a las ideas de un mundo de mayores oportunidades, terminó dándose cuenta que se trataba de la imperecedera explotación vestida con otro ropaje por una nueva clase privilegiada que, en vez de llevar a una sociedad más igualitaria, siguió reproduciendo el enriquecimiento de unos pocos a costa del empobrecimiento de las mayorías.
Recientemente otro presidente progresista, Rafael correa de Ecuador, hizo un llamado a la unión de todos los gobiernos progresistas latinoamericanos, para resistir los embates de la derecha continental. Gritó angustiosamente, «nos enfrentamos a fuerzas muy grandes, gigantescas». Pero a pesar de los pasos de gigante a sus espaldas, tampoco, ha hecho nada para avanzar en la dirección de la transformación del viejo modelo de producción capitalista. Es más, hace unos días se quejaba de los intelectuales de izquierda que le critican el inmovilismo dialéctico de la vieja sociedad, diciendo que querían “todo o nada”, y eso era puro “infantilismo de izquierda que favorece a la derecha”; también, dijo que los gobiernos progresistas no “hacen sino solamente lo que pueden”, desde luego lo que debió haber dicho era que sólo avanzan hasta donde los intereses de la clase en el poder les deja llegar.
Lo que viene aconteciendo con los movimientos populares que, aparentemente, mediante el voto han llegado al poder permite sacar varias conclusiones. En primer lugar hay que decir que no siguen una línea política transformadora definida ni tienen claridad sobre lo que significa el “socialismo del siglo XXI”, y no se puede construir en el aire. En segundo lugar la dirección en manos de unos pocos y el manejo administrativo, con jerarquía vertical, lleva el desastre escondido en sus entrañas. Urge la rebelión de las bases, es indispensable que estas asuman el poder al interior de cada movimiento popular. Las bases del PSUV deben ordenarle a Maduro lo que tiene que hacer. Y en Colombia la guerrillerada de base debe actuar lo más pronto posible antes que los jefes supremos les devuelvan al principio, es decir, a donde no había nada. Desde luego, si de manera consensuada deciden ponerle punto final a la lucha armada no hay nada que discutir. En tercer lugar, de una vez por todas, el pueblo excluido, si quiere llegar al poder y mantenerse en él, debe decidirse por combinar todas las formas de lucha que estén a su alcance. La oligarquía, para no dejarse quitar los privilegios y para recuperar el poder perdido, lo viene haciendo sin sonrojarse. Así que el pueblo chavista tiene que irse preparando para defender con las armas el proyecto de revolución bolivariana.
No se puede dejar de lado que en Colombia la idea de la combinación de las formas de lucha, sobre todo para la “izquierda” que camina por el carril de la derecha, quema más que aceite hirviendo. Es claro que La lucha armada para nuevos actores es casi un imposible dado el apoyo militar y tecnológico del imperio gringo. Por eso un proceso de rebelión armada como el colombiano, con más de seis décadas de experiencia, y que está a punto de desaparecer, ha sido, es y será un heroico puntal para los sectores populares oprimidos. Probablemente se valorará su importancia una vez desaparezca su exitoso accionar.
Hace tres años, cuando se anunciaron los diálogos en La Habana entre FARC y Gobierno, analizando los términos de la negociación y lo que ocurría en los vecinos países progresistas, publiqué una nota en la que hacía ver que era “mala hora para deponer las armas” en Colombia (http:// libsangelviajeroysusombra. blogspot.com.co/search?q=mala+ hora+para+entregar+las+armas ) Preguntaba en aquel entonces, ¿Mala hora para entregar las armas? Y concluía: “Así parece, pues nada indica que sin ellas se pueda detener el despojo y humillación de tantos por tan pocos. La solución política a los conflictos de clase (contradicciones del capital) no deja de ser una coqueta quimera. En ninguna parte del mundo se ha podido consolidar transformación social alguna, que no hayan mediado las balas y las bombas. Hay que reiterar mil veces que quien tenga las armas, tarde o temprano, impondrá su voluntad. Se dirá que ya no es el tiempo de antes y que, como decía Neruda, “nosotros los de entonces ya no somos los mismos”, que el futuro está en las urnas; que es mediante el voto popular como en buena parte de Latinoamérica se avanza en la construcción de un nuevo mundo: pero “el socialismo del siglo XXI” desgraciadamente es apenas otro espejismo. La realidad es dura como la Ley”. El eco de lo dicho en aquellos días repica sordamente sobre el contexto social, económico y político actual. También resalté lo que por aquellos días dijera Manuel Sutherland (2012. Centro de Investigación y Formación Obrera CIFO) “…Tal y como ocurre en el resto de países Latinoamericanos, Venezuela es el referente más cercano donde supuestamente se cocina el futuro de las clases populares. Pero luego de catorce años de haber comenzado allí la construcción del “socialismo del siglo XXI”, por parte del Comandante Hugo Chávez Frías, la pobreza y desigualdad están casi intactas; el empobrecimiento de extensas capas obreras, se refleja en el auge de trabajos precarizados y sumamente pauperizados” ¿Cambió en algo la historia? ¿Qué ha representado para los sectores populares latinoamericanos los repetidos triunfos en las urnas?
Dentro de la realidad macondiana colombiana, con la guerra ganan los fabricantes de armas y aquellos que tienen la mentalidad criminal de un Álvaro Uribe, y con la “paz”, si los alzados en armas las entregan, los únicos ganadores serán por un lado las oligarquías financiera, empresarial y terrateniente, y por otro la “izquierda” acomodada, para la que no existe la lucha de clases, dado que medra a la sombra de la burguesía. Algún día esa “izquierda” amaestrada deberá entender que la combinación de distintas formas de lucha, tal vez, no tenga razón en Suecia o Noruega, pero otra cosa es acá donde los padres ven morir a sus hijos de hambre y donde a los campesinos a plena luz del día les roban sus parcelas y sus esperanzas.
Y hay que volver a decirlo, en Colombia, es “mala hora para entregar las armas” y mala hora para que los movimientos populares dejen de lado la combinación de todas las formas de lucha, más ahora que la masa crítica se está desplazando hacia la retoma del poder por parte de las oligarquías tradicionales.
• DMV. U Nacional de Colombia. MSc. Economía. PU. Javeriana. Esp. NAS. Profesor universitario.
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