Derechos humanos para enfrentarse al mundo convertido en negocio





El mundo como un gran negocio, en el que todo se puede valorizar, desvalorizar, comprar y vender con fórmulas del capital, está regido por el proyecto ideológico llamado neoliberalismo para el que cada cosa, incluidos los humanos sus afectos y conocimientos, es una mercancía sin componentes éticos, morales, ni políticos. Inclusive lo el cuerpo mismo y de la mente fueron arbitrariamente convertidos en mercancía, el riñón o la córnea del despojado pueden ser robados o comprados legalmente por el despojador. Un viejo que empieza a morir puede obtener en el mercado sin ética, ni sanción legal, ni arrepentimiento moral, un órgano de un joven que apenas empieza a vivir. Hay bandas criminales, staff de negocios locales y globales, que secuestran, des-huesan y venden en el comercio de humano partes lo que sus clientes necesitan para alargar la vida, mientras para otros se acorta y sacrifica. También se compran conciencias y mercenarios, se mutilan inteligencias, se castran pensamientos, todo en nombre de la seguridad, el orden, la paz o la democracia que imponen los poderosos a su antojo. 

Los poderosos en posición de depredadores mayores controlan las técnicas de la democracia económica y la soberanía política, desintegran la materialidad de lo público, la conciencia crítica pública y sacan del escenario público al sujeto de derechos para meterlo en el ámbito privado de la publicación de la persona que se expone, vende y consume intimidades. En nombre de la política despolitizan, ejercen el clientelismo e instalan prácticas de corrupción y llenan con votos comprados la cadena de oscurantismo encubierto con transparencia, convertida en la palabra mágica que no expresa nada, que sirve para ocultar la podredumbre convertida en espectáculo. 

En el nombre de todos, el gran negocio universal no tiene límites de legal o ilegal, salvo en los códigos, la realidad está llena de mezclas, combinaciones, tretas, traiciones, intereses. La manzana que sirvió para extender el conocimiento de la ley de la gravedad sirve también para que los poderosos prueben su puntería colocada sobre la cabeza de sus explotados que son la mano de obra de sus contundentes fortunas. En este gran mercado todas las aristas y dimensiones de la vida se pueden negociar. “¿El mundo se ha vuelto más desconcertante porque actualmente Estados Unidos apoya a Irán en Irak, se opone a él en Yemen y negocia con él en Suiza?”, ¿y si ya no quieren ni a las clases ni a sus luchas? tendrán plebes y multitudes anomicas y ¿si no quieren más pueblos? tendrán jaurías y tribus (Halimi, Le Monde, mayo 2015). Esa es la radiografía neoliberal, destrucción y muerte del individuo, el colectivo y el planeta entero y su riqueza y poder indiscutible para los destructores, depredadores impunes, que usan la retórica de los pueblos que luchan por un destino común y las armas del estado para defender lo suyo conforme a sus propias leyes basadas en negocios. Ese es el entorno en el que todo cabe, todo vale conforme al fin, todo es posible con el dinero, con engaños, con suplantaciones, con usurpaciones, es el regreso a la persona en su palabra latina que significa mascara, donde lo único imperdonable es salir del negocio, es decir, salir del mercado. Dejarse excluir implica empezar a morir y las políticas de miedo y terror se incrustan en el cuerpo para que jalonen hacia adentro, hacia el centro hegemónico para no ser excluido, para no morir. 

La población en el neoliberalismo ya no es el sujeto de los derechos humanos como se pregona en los textos oficiales del estado. Hay una política orientada a distorsionarlos, restarles sus capacidades, eliminar su potencia creadora y ahí está la mayor violación que es impedir que un pueblo realice su dignidad. En el gran negocio los derechos no caben, salvo como foco distractor, como discurso de legitimación de poderes despóticos, como objeto al que se dirigen los gobernantes para justificar su tiranía que cínica e impúdicamente los evocan para poner precio a las cabezas de sus enemigos y apilar los cadáveres de los más débiles que no logran sobrevivir a la desnutrición, la falta de agua y alimento, el desempleo, ni logran sobrevivir a las avanzadas geopolíticas y geo estratégicas de guerras sin cuartel creadas para sostener al mundo convertido en negocio. Unas veces se invoca a dios o ala, otras la democracia o la libertad, la justificación no importa solo importa el resultado: más mercado. 

Los derechos humanos, al ser alcanzados por la fuerza avasalladora del negocio han venido siendo instrumentalizados, negados, reducidos en su complejidad teórica y práctica, lo que exige radicalizar las posturas sobre las cuales hay que entenderlos, tratarlos y ponerlos en práctica. Su primera consideración es volverlos a su lugar de origen como a herramienta útil a las luchas por la dignidad de los pueblos enfrentados a la ideología neoliberal para que el mundo deje de ser el gran negocio. La segunda reafirmarlos en una concepción propia y emancipadora que empiece por interpretar, traducir y explicar que son y para qué sirven los derechos humanos, no en su versión legal, ni en el modo como convencionalmente los presentan sus usurpadores, si no volviéndolos a su origen en las revoluciones de las que surgieron tanto en América, como en Europa. La tercera recuperarlos de la negación o minimización a los que los someten las categorías del capital y redescubrir su capacidad para poner al descubierto que en su fase de universalización los derechos no significan ni sirven para lo mismo a los opresores y a los oprimidos. Los derechos humanos de los pueblos son para aportar a una globalización distinta a la del capital, que es la globalización de la dignidad, mediante la que los seres humanos puestos en indefensión, en debilidad, en oposición, bajo persecución o amenaza, fortalezcan la alianza para construir una contra hegemonía en la que lo central es el valor de la vida humana, y la reconstrucción de las partes todavía posibles de reconstruir en un mundo como territorio para la felicidad humana y no como negocio de pocos depredadores impúdicos. 


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