De haciendas y gamonales en Ibagué



|PorAlexander Martínez Rivillas-Profesor UT|

Hemos escuchado de la existencia de importantes haciendas en la historia de Ibagué y su región de influencia. Después de la disolución de Encomiendas, como en Doima, y Distritos Mineros, como La China, durante el periodo colonial; a lo que le siguieron la disolución temprana de algunos Resguardos, en el Abanico de Ibagué” (sin límites definibles); siempre se evidenció la existencia de Haciendas desde la Colonia temprana, principalmente controladas por órdenes religiosas, y notables vinculados a la administración local. A finales del siglo XVIII, se encuentran litigios por tenencias de terrenos de los Peñaranda e Ignacio Buenaventura (contertulio de Humboldt cuando visitó la aldea), y de doctrineros o párrocos en la zona de Coello y Espinal.

En septiembre de 1801, Humboldt presenció el maltrato de indígenas a la vera del camino real Tocaima-Coello (antes de Gualanday), y condenó la aberrante acumulación de suelo productivo en esta región del Valle del Magdalena, refiriéndose especialmente a los párrocos que regentaban sus predios. Pero también el siglo XIX ofrece un paisaje de pobreza material en el Camino del Quindío, entre los habitantes de la Aldea, y en los Caney del Abanico (habitados por indígenas). Enéstos se retratan pústulas, erupciones en la piel, bajo peso entre los niños, derivados de enfermedades calentanas o mala nutrición.  Curiosamente, Humboldt señala que la Aldea de Ibagué no exhibe ese cuadro de enfermedades, y por el contrario atina a decir que su gente es saludable y longeva. A mediados del siglo XIX ya se habla de la Hacienda El Vergel, y su propietario (Don Pereira) se queja de la consuetudinaria práctica de sus gentes de no respetar lo ajeno. Incluso hace referencia ainvasiones de terrenos. Lo que caracterizará a Ibagué en la conformación de la ciudad marginal mediante la ocupación de latifundios urbanos y peri-urbanos.          

A finales del siglo XIX se encuentran con facilidad referencias a las Haciendas Doima, El Aceituno, Buenos Aires, Tolima, San Jorge. Y en la primera mitad del siglo XX, se le agregan otras como Siberia, Pajonales, Asturias, La Miel, Llanitos, El Papayo, La Linda, Yunque, Santa Elena, entre otras, producto de subdivisiones de súper-latifundios, la gran mayoría.  A mediados del siglo XX, las subdivisiones prediales en medio-fundios se concentran alrededor de cabeceras de corregimientos o cruces de caminos: Totumo, San Bernardo, San Juan de La China, El Salado, Tapias, Coello-Cocora, Toche, Juntas, Villarestrepo, Llanitos, Chapetón, entre los más importantes. Y durante la segunda mitad del siglo XX, se conformarán algunas fajas de minifundios en las zonas de influencia de estos centros poblados y los carreteables que los interconecta con la ciudad de Ibagué. Sin embargo, el campo de Ibagué seguirá mostrando una concentración inusitada de la tierra en pocos propietarios.

Durante el siglo XX, el gamonal ibaguereño o asentado en la región, vinculado al poder político, militar y religioso (por relaciones familiares, sociales y económicas), influenció el carácter pisco-social de la región de forma importante (lo que se trató en otra ocasión: http://elsalmonurbano.blogspot.com/2014/07/los-imperdonables-de-la-universidad-del.html). Lo que en el plano de sus relaciones sociales y económicas con las clases populares y el territorio, se expresó del siguiente modo.

El gamonal monopolizó los recursos públicos para construir carreteras que lo beneficiaría (Coello-Cocora, Salado-San Juan de la China, Ibagué-Juntas, y las variantes de la ciudad); concentró las redes de servicios públicos en sus latifundios urbanos (urbanizaciones de Belén, Interlaken y Cádiz); financió las fiestas religiosas apareciendo ante la gente como el generoso hombre de emprendimiento y modelo de conducta moral (aún hoy se les ve en las graderías de los notables en un típico cuadro de clasismo y racialismo); incursionó en la construcción de viviendas de clase media (v.g. Belén, Santa Elena, El Vergel, Interlaken y Cádiz); manipuló el avalúo y las tasas de liquidación de los impuestos prediales (en 2006 existían avalúos catastrales de $30.000 por ha en suelos del Abanico); irrigó sus tierras con préstamos subsidiados o donaciones públicas (el Canal Laserna y otros Distritos operados desde los cincuenta fueron financiados con recursos públicos); implementó una molinería ineficiente con control de precios y chantajes a la política alimentaria con amenazas de desabastecimiento; financió empresas criminales contra campesinos sin tierra que invadieron sus tierras o, sencillamente, contra aquellos que se movilizaron por la adjudicación de baldíos o suelos improductivos (las Guerras Campesinas del Combeima en los veinte y treinta, y el fomento reciente del paramilitarismo en el Totumo y el sector de Buenos Aires-Payandé, son buenos ejemplos).

La mayoría de las veces, estos gamonales o sus calanchines, gobernaron el Municipio como pequeños mandarines; abusaron de sus relaciones de poder para clientelizar el servicio público (las invasiones de terrenos o la expectativa de acceder a un techo fueron aprovechadas para extraer votos por años), o en otras, transgredieron el poder judicial para salvar sus responsabilidad en crímenes o arbitrariedades; explotaron la mano de obra de manera inmisericorde en haciendas cafeteras y arroceras; y obligaron a los productores bajo el influjo de su poder a que les vendieran la cosecha a menos precio (hasta las cooperativas campesinas de la vereda El Rubí tenían que venderles el grano en los sesenta), entre otras bellaquerías.

Actualmente, con algunos cambios relevantes, el gamonal y la hacienda siguen sobre-determinando la vida social y económica del campo ibaguereño, y en menor medida, de la ciudad. Especialmente, se continúa con una estructura de la tenencia de la tierra profundamente injusta:   

Para 2012, el 0,2% de la tierra rural se encontraba en manos de 6.623 propietarios de predios menores a 0,5 has (38% del total de predios); micro-fundios que no ofrecen ninguna posibilidad de ingresos y formas de autoconsumo para solventar las necesidades alimentarias de una familia. El 5,3% de la tierra se hallaba en manos de 5.591 propietarios de predios entre 0,5 y 5 has (32% del total de predios); minifundios, generalmente cafeteros, que no pueden soportar las demandas de una canasta básica familiar, localizados en los ejes viales de Ibagué-Combeima, Ibagué-Cajamarca, Túneles-Tapias, Ibagué-Ambalá parte Alta, Coello-Cocora, Martinica-Totumo, El Salado-San Bernardo, principalmente.

Por otro lado, el 30% de la tierra se encontraba bajo el control de 397 propietarios de predios entre 100 y 500 has; latifundios que persisten en el Abanico, y las partes medias y altas de las cuencas del Combeima, Toche, Cocora, Coello y La China. En este rango, los clanes Laserna-Jaramillo, Valencia-Laserna, Aparicio-Laserna, Valencia-Laserna, Londoño-Laserna, Laserna-Phillips y Sociedades Laserna, concentran 5.457 has, especialmente en el Abanico. Y el 19% de la tierra se encontraba en manos de sólo 54 propietarios privados de predios mayores a 500 has (se excluyen todos los predios del Estado); grandes latifundios que se distribuyen en el Abanico, y las partes altas de las cuencas del Combeima, Toche, Cocora y La China. En este rango, los clanes Melendro-Serna, Melendro-Iriarte, Salinas-Salinas, Bedoya-Bedoya, Botero-Uribe, Botero-Escobar, Díaz-Pecchenino, Orozco-Díaz y Laserna-Jaramillo, concentran la extraordinaria suma de 18.204 has.

Ciertamente, esta distribución de la tierra no dista mucho de las viejas tenencias del mundo hacendatario de la Colonia, y explican en parte la persistencia de varios fenómenos de pobreza material rural y urbana, como también la alta presión antrópica sobre ecosistemas de montaña, extensamente deforestados. De hecho, buena parte de las acciones violatorias a los DDHH y el DIH de la década del dos mil, se concentraron en zonas bajo la influencia del régimen hacendatario, y en algunas ocasiones, en lugares de conflicto entre la insurgencia armada y el latifundista. Los registros consolidados de Noche y Niebla arrojaron para la zona rural de Ibagué: 83 casos de persecución política, la mayoría asesinatos; 24 personas amenazadas por distintos conflictos sociales; 14 homicidios en persona protegida; 11 ejecuciones extrajudiciales; 32 colectivos desplazados; 28 colectivos amenazados por diversos conflictos; 7 civiles muertos en acciones bélicas; 19 eventos de daños a bienes civiles por acciones armadas, entre otros (2001-2011).

En este contexto histórico, la pregunta fundamental es: ¿Cómo hacer posible la paz, sin hablar de otras regiones, si aquellos latifundistas, profundamente vinculados al poder político nacional, son los propietarios casi seculares de la tierra?
       
Bibliografía consultada

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Entrevistas
      Entrevistas a habitantes de La Esperanza-La Miel, Ibagué (antigua hacienda La Miel, en el abanico). César Quintero, miembro de la Junta de Acción Comunal de La Esperanza-La Miel, y otros vecinos. Realizadas el 27 de agosto de 2012.
      Entrevistas a habitantes de Briceño, Ibagué. William Bonilla, jornalero. Oscar Ariel Cifuentes, comerciante. Y Natividad Ferrer, comerciante. Realizadas el 29 de agosto de 2012.
      Entrevistas a habitantes de la vereda el Rubí, Ibagué. José María Aguirre, miembro de la Junta de Acción Comunal y campesino. Flaviano Cómbita, campesino. Luis Eduardo Díaz, campesino. Realizadas el 31 de agosto de 2012.
      Entrevistas a habitantes del Totumo, Ibagué. Edgar Arciniegas, miembro de la Junta de Acción Comunal del Totumo y comerciante. Y Primitivo Arciniegas, fundador de la Junta de Acción Comunal del Totumo. Realizadas el 4 de septiembre de 2012.
      Entrevistas a habitantes de la vereda Toche, Ibagué. Yesid Peñalosa, Inspector de Policía. Reynaldo Torres, campesino. Y campesino anónimo por seguridad. Realizadas el 13 de noviembre de 2012.
      Entrevistas a habitantes del sector El Rancho y vereda Juntas, Ibagué. Hernando Caicedo, miembro de la Junta de Acción Comunal de Juntas, y otros. Realizadas el 15 de noviembre de 2012.
      Entrevistas a habitantes de la vereda La Linda, Ibagué. Norbey Herrera, miembro de la Junta de Acción Comunal, y campesino. Aristóbulo Patiño, campesino. Realizadas el 23 de noviembre de 2012.

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