RÉQUIEM POR UN SALMÓN

Comenzar es difícil pero vamos dando los pasos
Por un futuro que los hijos puedan celebrar
Somos el viento que baila y que canta
Pero si estamos juntos somos huracán
No estamos de paso, no somos fracaso
AMPARANOIA

Han pasado trece lunas desde que escribimos el primer mensaje en la botella, gracias a los destinatarios que emitieron señales de vida desde sus estaciones. Los salmones viajan como ayer en busca del sonido rebelde y de las escamas perdidas en el fondo del río. En tiempos de infernales cacerías emerge la voz de los inconformes escribientes, una vez más. Los hijos del desierto ruedan sus últimas ficciones en la larga noche, lanzan conjuros y desafían las corrientes traicioneras. Los “otros” distintos surgen desde las trincheras contraculturales resistiendo como medios sub-alternativos que circulan ideas y sentimientos. Con el inagotable espíritu combativo que otorga la lucha conciente y prolongada, también decidimos retornar a nuestras raíces urbanas (el nacimiento del río), batiendo la cola en espiral y en dirección contraria, buscando siempre la reconstrucción de espacios colectivos y la convergencia de los intereses contraculturales.

Aquel sonido libertario de los gritos primitivos ahora no es más que la rabia contenida de los que no tienen voz, ni decisión. Esta noche de luna llena libertaria, invocamos desde las aguas turbias a los espíritus rebeldes, a los piratas, a los náufragos, a los invisibles, a las voces épicas y a las abominables criaturas del inframundo. Pescadores de sueños a lanzar pronto la atarraya, el verdugo de todos los tiempos y los ejércitos legendarios de horcos quieren callar a los de abajo. La solidaridad no se mendiga. Solo la confianza nos puede preservar. Los mutantes nos acechan, quizás estemos rodeados, la mente quiere permanecer en suspensión ante la dantesca realidad, tal vez esperando que los ejércitos de gusanos emborrachen al dictador con sus aparentes conquistas. ¿Qué hora es aquí abajo? ¡Qué alguien nos despierte! El viento y la rabia sacuden el acuario, sus paredes heridas tiemblan y ya no es posible dormir plácidamente como pescados; pero la función debe continuar porque cada instante que resistimos nos acerca más al final de la sumisión.

¡Oiga hermano! En tiempos de guerra cualquier tumba es trinchera. Los enemigos de la paz no conocen límites, y el mayor trofeo es el terror que producen dentro y fuera del campo de combate. En el rodaje del control cualquiera es sospechoso y cualquiera va a prisión, detrás de la pantalla el negocio de las armas, todo al servicio de la invasión. En silencio nos vigilan y a ellos ¿quién los investiga? Ya se acerca la hora, ya desciende la presa. Condenados por efecto invernadero del poder encarnado en el imperio y por el juego macabro de los medios de comunicación -sus sirvientes-, experimentamos la ausencia de garantías para el ejercicio de la expresión hablada, escrita o audiovisual.

No hay certezas, ni las aletas se han anclado en senderos predeterminados, y al parecer las huellas no son profundas ni duraderas; pero aún caminamos por las calles como nómadas en busca de un sueño incluyente, juntos, en búsqueda del horizonte perdido, porque en “manada” es más fácil resistir. La adversidad del contexto nos pone trampas en el sendero, y nuestras raíces deben ser más profundas y fuertes para adherirse a la realidad y mutar con ella. Entre nosotros, los otros, los comunes y silvestres, entre nosotros no hay territorios agotados para la lucha o el debate político.

Para todos aquellos que eligieron la dirección contraria… Bien podría acuñarse el Manifiesto de la Dignidad Rebelde, expresado, en primer lugar, por el pueblo Zapatista y luego por el Subco. Marcos:

“No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra, ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder”. 

Nos vemos en la próxima estación… 
¡RESISTENCIA CAJAMARCA!



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