La Amorcito Case y la crisis del agro colombiano



Las agudas protestas arreciaron contra las políticas neoliberales que, en intenso afán, despojaron de soberanía al país. Ya no reclaman tierra, como en otro pasado no muy lejano, ahora reclaman dignidad y equidad en el trato con su labor, pues qué alivio puede existir cuando a una población campesina se le otorga la soberanía de la tierras, pero, con severidad de verdugo, se le arranca de tajo la posibilidad de producirla, ya que a los  gobernantes se les ocurre la ´soberana´ tontería de regalarle  a los urgidos de la USA,  por medio del TLC, la absoluta capacidad para sacar de circulación toda semilla que no contenga los estándares de aprobación de la multinacional MONSANTO, y vaya sorpresa, a los arroceros y paperos, de un momento a otro, les prohíben sembrar y abonar su semilla, con la que, entre otras cosas han alimentado por centenares de años a la población colombiana, sin existencia conocida de muerte por envenenamiento, o que se les haya comprobado que a largo plazo la población sufrió de ceguera política,  sordera masiva ante los medios, o mudez ante la barbarie por el consumo de papita, arroz, ñame yuca o café hecho aquí. Eso no pasa.

Lo que sí ocurre es que dentro de las políticas de recuperación económica de la USA, en cabeza de su presidente, se dedujo que garantizando la exportación de la producción agrícola de su país, a través de tratados (treta-dos) en países que se caracterizaban por la producción y consumo de estos, se lograban a  la par dos cosas: por un lado, la economía estadounidense disminuiría los índices de tensión, en una especie de ´avivamiento´ de potencial para abarcar mercados agrícolas, y por otra, tendría como principales consumidores a los pobladores en cuyos países se acostumbra a alimentarse con la base de dichos productos, es decir, en nuestro caso, papa, yuca, arroz, café y demás, sin contar que para el arroz, es preciso la dosis de ajo y cebolla, además de que para acompañar la yuca es indispensable el hogao-guiso , que se hace a base de tomate junco y cebollas, y que para más, el cafecito de la mañana sirve para despertar el instinto trabajador que por obligadas circunstancias aparece en nosotros desde las 4 de la mañana, hora en que un  colombiano promedio del campo se levanta a ordeñar las vacas o realizar tareas propias de la finca, para que la ratico, su mujer, también despierta desde esa hora, le mezcle un poquito de leche al tintico y lo acompañe con un par de huevos (con tomate y cebolla otra vez), caldito de papa y mucho amor. Vaina verraca.

Las nubes del porvenir es un libro de cuento del escritor Germán Santamaría, aparecido en el 2004 bajo el sello editorial Pijao, en el que se narran, entre otras, historias de la época en que Colombia todavía se emocionaba por las mieles del afamado modernismo porque le parecía fantástico escuchar a su gente que por allá en Europa y américa habían inventado un aparato que surcaba no los campos, como ellos, sino los cielos y que a la vuelta de unos años, lo traerían por estos lares para que la gente ya no tuviera que durar días enteros en mula para llegar de una ciudad a otra. Dentro de este contexto, Santamaría nos presenta el cuento que lleva, magistralmente, por nombre la marca de una conocida marca de tractores para la recolección de arroz y sorgo.

 La anécdota es breve: en una finca arrocera, propiedad de un extranjero, (aparece la primera relación actual) los trabajadores están a la expectativa porque el patrón ha decido darles una sorpresa y agasajar por primera vez a su trabajadores, y para ello ha preparado un zafarrancho con gallina, res, cerdo, pola, aguardiente y baile. Una vez ejecutado el plan y mientras se desarrolla la comilona, Don Frank, dueño de la hacienda, les presenta a la Amorcito Case, y les dice que a partir de ahora no tendrán que sacrificarse tanto en la jornada laboral porque la máquina que tienen ante sus ojos viene directamente desde la USA a solucionarles el problema del tiempo en las cosechas y en la producción, pero que no viene sola, que en estos días aparecerá su hermana, ya no amarilla sino roja, que disminuye la cantidad de sacos de arroz que deberán cargar porque ella solita es capaz de recoger hasta 500 bultos por jornada. 

Esto da pie para que muchos de los jornaleros sospechen que detrás de la dichosa reunión festiva se esconde una tramoya que terminará por dejarlos fuera de la producción, sin trabajo y sin alimento para sus familias. Sin embargo, don patrón ya sabe que la reacción primaría sería esa y decide anticiparse en medio de la fiesta para decir, justo antes de que se hagan evidentes los masivos despidos que la cosa está así: “trabajador parado es dinero perdido, no, a polarized worked means lost of money,ahí todo bonachón, sí, estoy bien, qué felicidad siento bajo este cuero, yo soy amigo de ustedes, qué problema hay aquí, tranquilos que no pasa nada.” (pág 40.)

Cosa verrionda que la ficción y la realidad sean una misma y gelatinosa cosa: como era de esperarse, los campesinos en Colombia se las huelen de que en medio de tantas ideas de progreso agroindustrial y mineroenergético se van a quedar viendo un chispero y terminarán, en vez de progresar como lo afirmaba el gobierno, engrosando las vastas listas de desempleados o subempleados del país, y entonces a PARO… y como era de esperarse también aparece el don patrón Santos a decir que el trabajador parado no es productivo (filósofo profundo) y que si continúan los bloqueos en la vías y las protestas ´infiltradas´ el gobierno hará un retorcijón a sus bases epistemológicas y aceptará que las políticas del anterior mandatario son mejores  a la hora de enfrentar estas situaciones: Mano dura, corazón gran…hp.

Pero cuál es la bronca sumercé! Pues que  cuando el señor don doctor, presidente de la ANDI, Luís Carlos Villegas, dio su discurso de inauguración del TLC con la USA, dijo, entre otras cosas que: “La solidaridad contra el terror es algo que Colombia nunca debe dejar de ejercer porque nunca otra vez podemos dejar que el terror venga a perturbar el crecimiento, la tranquilidad y la prosperidad.”,  y avemaría, el doctor don Santos viene y se para ante la opinión pública, curiosamente en un evento de la organización Solidaridad por Colombia (la risa es inevitable, por lo irónico que resulta este embeleco) y dice que el Tal Paro Nacional Agrario NO EXISTE, me hace pensar en que él y don Frank el del cuento y don ANDI, se la tienen entre manos hace resto, y que el trio de tres pretende invisibilidad de manera socarrona los verdaderos efectos de las protestas sociales y de su firma para aprobar el TLC. Primero porque Santos y don Frank quieren embriagar al pueblo apunta de francachela y comilona, sólo que la del mandatario no pareció por ningún lado porque las locomotoras sufrieron serios impases para arrancar en el tiempo esperado, y ahora que medio botan fuego, PARAN porque la gente ya no come cuento. 

“Solidaridad, señores, solidaridad.  Contra el terror. Solidaridad. Contra los violentos. Solidaridad. Contra los infiltrados estudiantes. Solidaridad.  En apoyo a las fuerzas del orden. Solidaridad. Contra el campesinado y su injusta lucha. Solidaridad. Contra los TERRORISTAS del agro. Solidaridad. Todos contra todos. Paro cívico, solidaridad, carajo.”

No obstante, en el afamado discurso del señor ANDI, se dice qué: “La agricultura es algo que el país no puede considerar como una política de menor cuantía, mientras no haya progreso en lo rural no habrá posibilidad de progreso general de la economía colombiana y el problema de la agricultura en Colombia no es un problema de acceso a mercados es un problema de oferta”. Y claro, cualquier desprevenido pensará que las políticas del progreso rural beneficiarán a nuestros campesinos, porque como el gobierno no puede considerarlos menos o dejarlos aparte la cosa está salvada. Pues no.

El dichoso progreso del sector agrario se da en los términos en que MONSANTO ha venido desarrollando su verdadera INFILTRACIÓN en los procesos productivos de  américa latina, generando la idea de que sus productos transgénicos son de mejor calidad y ofrecen los verdaderos nutrientes que el cuerpo humano necesita y que por eso, sólo por eso, es preciso que los demás competidores, u opositores del mercado, se certifiquen señores, o si no, tendrán que sufrir los efectos; es decir, que su semillitas de arroz no certificadas serán selectamente amalgamadas a los basureros de las regiones que osen hacer frente a las políticas internacionales gringas, que entre otras cosas hacen alianzas con grupos mercenarios (BLAKWATER) para garantizar la perfecta ejecución, por sumisión, de sus planes.

Así está la cosa, y no creo que la campaña para invisibilizar la real situación de Colombia, no sólo del agro, cuaje, y menos cuando las puertas del gobierno se encuentran cerradas al verdadero diálogo, no al de los pequeños acuerdos, sino el del cierre total del neoliberalismo ramplón que se ha tomado todos los sectores de la producción nacional; por eso no creo que la fuerza pública, ya no sé si llamarla ESMAD o Batallón de infantería número tal, logre lo que logró la Amorcito Case, que dejó a los campesinos arroceros de la historia de Germán Santamaría con entera indignación, pero sin herramientas o mecanismo de defensa, porque, y en eso la mirada es enfática, la gente, como en el poema TIC TAC- TIC TAC del poeta Favian Omar Estrada, se reviente en la explosión de una bomba de tiempo que prendió su mecha desde que los campesinos de Colombia se enteraron de la muerte de Jorge Eliecer Gaitán, de quien entre otras cosas, el narrador del cuento Amorcito Case, siendo un campesino dice: “la única esperanza de todos nosotros los arrancados, iba a venir, de un momento a otro, por estos lados a decirnos uno de esos discursos suyos que calientan la sangre, ponen los pelos de punta y los ánimos como para empuñar machete y vamos a ver cómo es la mano.” (pág. 50).

Autor: Omar Alejandro González Villamarín. Licenciado en Lengua Castellana UT. Director Taller de Literatura Y Escritura Creativa Centro Cultural UT

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