|31-10-12| Carnaval de Resistencia UT: “Venga-Chite, póngase el antifaz de Catedrático”

El 27 de octubre de 2011, en el marco de las luchas universitarias contra la ley 30, las Directivas de la Universidad del Tolima suspendieron, de manera unilateral y retroactiva, el contrato a los catedráticos, afectando a más del 80% de la docencia universitaria y vulnerando la triple naturaleza constitucional del derecho al trabajo, como valor, principio y derecho. 

Es por ésta razón que el 31 de Octubre 2012, los catedráticos conmemoran el primer año de la indignación catedrática en una jornada llamada el Carnaval de Resistencia: “Venga-Chite, póngase el antifaz de Catedrático”, que tendrá lugar en el Parque Ducuara de la UT a las 2:00 PM.

Para mayor autogestión, se adjunta el formato del antifaz.
¿Y dónde están los profesores catedráticos de la UT?

Por Fabio Moncada
Catedrático Universidad del Tolima


La arbitraria suspensión de los profesores catedráticos de la Universidad del Tolima durante el semestre B de 2011 invita a una reflexión acerca de la identidad, pertenencia y quehacer del grupo mayoritario de profesores del Alma Mater. Los datos imprecisos acerca del número total de docentes que son vinculados por hora cátedra (se dice que es alrededor del 80%), así como su invisibilidad en términos de la representatividad en muchas de las actividades propias de la universidad, son un síntoma que refleja el malestar de la praxis docente en la actualidad.

“Nuestra” universidad (permítaseme decirlo de esa forma) no nació de esta manera, desde sus orígenes en San Jorge, hasta hoy, se ha destacado por una profunda vocación de servicio hacia el departamento, por formar excelentes profesionales en las áreas agronómicas, forestales, veterinaria, en un principio; gracias al esfuerzo de profesoras y profesores que supieron desempeñar su función en aras de construir un mejor futuro para la región. Así se fue edificando un centro académico de formación superior, consolidando saberes, investigación y extensión. Esos y esas docentes, dedicaron y dedican aún hoy su vida para acrecentar, desde la praxis académica, la capacidad de respuesta de los estudiantes frente a una sociedad que les reclama un compromiso crítico y eficaz, frente a las instancias económicas, políticas, culturales; tomar las riendas de nuestra historia a través de su desempeño idóneo y participativo.

Sucedió, sin embargo, que por docilidad a los imperativos globales se acrecentaron los programas académicos; igualmente, los docentes pioneros empezaron a cumplir edades de retiro y fueron pensionándose, dejando para las administraciones pasadas y presente un vacío generacional que fue resuelto desde hace más de una década con la contratación de profesores catedráticos, no abriendo concursos para profesores de planta (el debido relevo generacional) sino vinculándolos desde convocatorias específicas, para asignaturas determinadas. Ello trajo a la Universidad un número cada vez mayor de profesores, quienes desde condiciones laborales múltiples, fueron ganando dichas convocatorias y siendo vinculados por horas cátedra. Por ello hay profesores que son profesionales en áreas diferentes a la docencia, también hay quienes tienen un nombramiento oficial en la educación secundaria y en jornada contraria son profesores de la Universidad, igualmente, hay docentes de las universidades privadas de la ciudad que también laboran en la nuestra, hay otros que sólo trabajan con la Tolima, laborando 15, 20 o más horas de cátedra semanal. No hay una facultad ni un programa que no cuenten con los servicios de los profesores catedráticos, e incluso, como es sabido, por decanos, jefes de departamento y directores de programa, sobrepasan en algunos casos al 80% de la responsabilidad de los planes de estudio.

Somos una fuerza intelectual, académica, laboral, cuyo solo número debería ser motivo para que la administración universitaria se hubiera preocupado por desarrollar políticas claras, tanto de vinculación a la planta profesoral de tiempo completo, como de reconocimiento salarial y prestacional. Duele saber que han sido las normas las que han obligado a que se reconozcan derechos laborales como el pago de prestaciones. Que durante mucho tiempo atrás, y hoy sigue presentándose, no se dan incentivos a la investigación, a la producción intelectual, al compromiso que muchos profesores catedráticos vienen realizando para dejar en alto el nombre de la Universidad.

Es así como un grupo de profesores catedráticos, con la anuencia del sindicato de profesores universitarios ASPU, pero con la indiferencia de buena parte de los profesores de planta y posiblemente el miedo de muchos profesores catedráticos (tristemente la mayoría), hemos tratado de organizar en esta coyuntura (como lo hicieron otros y otras en coyunturas pasadas) una resistencia activa, reflexiva, capaz de reclamar los derechos laborales que han sido pisoteados, exigiendo a la administración universitaria, no sólo el pago del compromiso laboral del semestre pasado, sino la posibilidad de constituir un estatuto profesoral donde la condición del profesor catedrático haga parte activa de la Universidad; donde seamos reconocidos como actores fundamentales para el desarrollo de la vida académica, y no invitados ocasionales que son tratados como profesores de segunda, que son llamados cuando se requiere llenar las vacantes de algunas horas, e igualmente negados o simplemente olvidados cuando ya se ha nombrado un profesor de planta o no se requiere de nuestros servicios docentes. (El hermoso venga-chite que adorna hoy un costado del parque Ducuara)

Si la Universidad busca constituirse en verdadera Alma Mater, en auténtico centro de la construcción del conocimiento, a través de la investigación y generar mejores condiciones de vida para la región, debe humanizarse desde adentro, debe buscar en sus entrañas aquello que, como fuerza vital, la identifique con todos y cada uno de los seres humanos: directivos, administrativos, profesores, trabajadores, estudiantes y padres de familia, quienes como comunidad educativa posibilitemos juntos la urgente transformación de nuestras condiciones socio-políticas. Es necesario entonces, que frente a la pregunta: dónde están los catedráticos, seamos todos y no sólo un puñado quienes demos la respuesta, desde un compromiso político necesario para construir una mejor Universidad.

Ser cobardes…       nuestra mayor fortaleza
Ser invisibles…       nuestra mejor presencia
Ser muchos…         nuestra mayor desgracia


NOTA: Artículo publicado en la edición XIX impresa de la Revista El salmón

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