¿Culturas juveniles o tribus urbanas? Entrevista con Rossana Reguillo


Rossana Reguillo es Doctora en Ciencias Sociales, especializada en Antropología social, profesora – investigadora del Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO, investigadora Nacional SIN (Sistema Nacional de Investigadores, nivel III), y miembro de la Academia Mexicana de las Ciencias. Ha impartido clases como docente invitada en varias universidades de Latinoamérica, España y los Estados Unidos. Ha sido Tinker Visiting Profesor en el Center for Latinamerican Studies (Universidad de Stanford, 2001), catedrática UNESCO en Comunicación (Universidad Autónoma de Barcelona y Universidad Javeriana de Bogotá, 2004), y Andrés Bello. Chair en Cultura y Civilización Latinoamericanas (Universidad de Nueva York, 2011).

Es autora, entre otros libros: En la calle otra vez. Las bandas juveniles. Identidad urbana y usos de la comunicación (1991); de La construcción simbólica de la ciudad (1996), Horizontes fragmentados. Comunicación, cultura, pospolítica (2005), Los jóvenes en México (2010). Culturas Juveniles. Formas Políticas del Desencanto (2012).


Por: Diego Sánchez González.
Salmón D.C / Desde Abajo

Son las cinco y treinta de la tarde y ya oscurece en los cuatro horizontes de Bogotá. Desde las altas torres de rasilla se avista la Carrera 15, donde una muchedumbre mansa y gris va y viene bajo la lluvia. La calle se agita ante el paso de un grupo de adolescentes, arropados con impermeables de colores eléctricos retozan sin piedad sobre los charcos de la acera. Ingreso a las instalaciones de la Universidad Central donde el clima es cálido y el entorno provoca una conversación tranquila con Rossana Reguillo (a quien he buscado durante dos días); de entrada me advierte que no tiene mucho tiempo porque debe salir a una conferencia, así que de una entramos al tema.

D.S: Hablemos sobre jóvenes, una cuestión de su mayor interés ¿Por qué hoy el modelo económico y político ve en los jóvenes a uno de sus enemigos y se concentra en atacarlos?

R.R: Encuentro que la sociedad, y no sólo el sistema político, le declaró la guerra a los jóvenes desde hace varios años. En primer lugar por el excedente de sentido que representan los jóvenes. Porque ellos son espejos invertidos, o espejos retrovisores que permiten avizorar los rumbos que una sociedad va a tomar y a veces a la sociedad, lo que ve en sus jóvenes, le aterra o no le gusta. En segundo lugar esta una política disciplinante o disciplinaria que intenta ponerle cortapisas a la actividad juvenil, y busca borrar o anular esa configuración histórica que le asignó a los jóvenes, ese rol de suspensión de prácticas laborales y compromisos con la sociedad mientras se acababan de “formar”. El modelo ya no tolera más esto.

Y tercero, el gran valor en términos del motor que el neoliberalismo necesita para poder sostenerse a sí mismo, que es la velocidad en la producción de valor. Y es allí donde los jóvenes son una cosa espectacular. El neoliberalismo depredador entendió muy temprano que el cuerpo juvenil era muy explotable, que se le podía extraer en un tiempo record un enorme valor y luego escupirlo, estamos en una “sociedad bulímica” que engulle a sus jóvenes y luego los vomita sin ningún tipo de remordimiento. Es verdad que en términos de empleo los que peor la están llevando son los jóvenes, y dentro de ellos las mujeres jóvenes, que son a quienes les va peor. A esto debo sumar una rutina impresentable de los medios de comunicación que se han empeñado y ensañado en simplificar la realidad y han convertido a los jóvenes, en particular a ciertos jóvenes de los sectores populares, en el enemigo de la sociedad y eso ha generado un fenómeno de miedo, miedo de la sociedad hacia sus jóvenes.

D.S: ¿Se refiere usted al uso recurrente de expresiones como la de “tribus juveniles”?
  
R.R: Yo siempre hablo de “culturas juveniles”, contra esa noción impresentable de “tribus juveniles”, el término ‘tribus urbanas’ es un adjetivo que los arcaíza, presenta a los jóvenes como bárbaros o salvajes. Pero además no da cuenta de otros elementos que componen ese universo tan amplio que llamábamos jóvenes. Por ejemplo no tiene en cuenta las clases sociales, parece que es lo mismo ser skinheads en Ciudad Bolívar que ser skinheads al norte de Bogotá.

D.S: Durante el 2011 usted observó de cerca varios de los movimientos de protesta que ocurrieron en América y Europa. ¿Qué diferencias encuentra usted entre los movimientos juveniles de los años sesenta y los de hoy?

R.R: Habrían varias diferencias, pero a su vez encuentro varias similitudes y continuidades. Yo creo que las diferencias centrales estarían en que las rebeldías, revueltas e insurrecciones que marcaron fundamentalmente el final de los sesentas, fueron movimientos que muy tempranamente avizoraron que las promesas de la modernidad en clave progreso, las fantasías de la modernidad en una lógica de desarrollo lineal, eran una falacia. Estas a su vez orientaron parte de sus esfuerzos a desenmascarar esta mentira. De otra parte, me parece que fueron rebeldías muy enlazadas a procesos o dimensiones ideológicas, donde la fuerza del poder articulatorio de los partidos o de los movimientos obreros y estudiantiles, tenían un peso sustantivo. Otra característica importante tiene que ver con el carácter muy local de sus reivindicaciones. Estoy pensando en el “Mayo Francés”, que creaba, trabajaba y se integraba fundamentalmente desde las condiciones socio históricas y políticas francesas. Otro tanto ocurrió con octubre en México o la “primavera “de Praga, todos esta rebeliones tuvieron esa dimensión.

Hoy lo que vemos son insurrecciones de nueva índole o como las llama Benjamín Arditi: “Insurgencias de nuevo cuño”, y yo diría que tienen tres componentes: en primer lugar se trata de insurrecciones, rebeldías, o resistencia que no se articulan en torno a la toma del poder, ni siquiera tienen la intencionalidad de instalar al Estado como su interlocutor. En segundo lugar, es la enorme diversidad ideológica que cabe en estos movimientos, estoy pensando en los “Indignados del 15 M”, en “Occupy Wall Street”, el “Yo soy el 132” en México. Este espectro amplio ideológico los hace más lentos porque deben trabajar mucho más en sus articulaciones, pero al mismo tiempo los hace más ricos en ideas, más horizontales, más lúdicos y menos verticales. Encuentro en estos movimientos una mayor capacidad de placer y una mayor posibilidad de divertirse mientras se hace la revolución de lo que había en los sesentas. Un tercer componente que es muy interesante, tiene que ver con una enorme fuerza del YO. En el movimiento contemporáneo es muy importante el proceso personal desde donde se participa, si revisamos muchas de las revueltas de los años sesenta, por ejemplo en USA  las revueltas estudiantiles de Berkeley en California. Uno encuentra una tendencia a pensar desde lo colectivo, un nosotros casi puro, casi homogéneo. Eso no se ve ahora, entonces el nombre propio con el cual se participa en la protesta es definitorio. A las anteriores le agregaría una gran capacidad de uso de los dispositivos tecnológicos y un talento estético que desborda con mucho a sus antecesores.

Junto a esto encuentro algunas particularidades, por ejemplo: el movimiento de los Ocuppy de Wall Street, ha logrado una enorme ligereza, y toma el término de Italo Calvino en su libro “Seis propuestas para el fin de Milenio”, donde él habla de la ligereza, citando la figura de Perseo, ese héroe griego que se enfrenta a la Medusa y triunfa porque nunca la desafía de manera directa, se enfrenta siempre de manera oblicua, nunca la confronta de frente, ni la mira de manera directa a los ojos. Entonces el movimiento de Ocuppy de Wall Street entendió de manera muy clara que si quería persistir, no podían confrontar al sistema de frente. Por ejemplo, la ocupación del espacio público se hace en el Zuccotti Park, que después se convirtió en “Liberty Plaza“, ellos entendieron que allí no los podían desalojar, porque es un parque público - privado, una figura que existe en Estados Unidos, y que para desalojarlos de allí, la solicitud debía venir directamente del dueño del parque, que es una multinacional, que no se iba a confrontar con un movimiento con audiencia global. Además, se acuño la frase: “tú no puedes desalojar una idea”.

Ocuppy de Wall Street, también ha sido capaz de reinventar el lenguaje de la política. Su frase “We are the 99% - Somos el 99%”, rompe el lenguaje político de las identidades creado por la modernidad, durante mucho tiempo uno participaba, y se sigue participando en la protesta y en la resistencia desde identidades colectivas muy restringidas. El movimiento obrero, el movimiento estudiantil, los pueblos originarios, las lesbianas, las feministas, los homosexuales. En una lógica de identificación restrictiva. Cuando los “Ocuppy” dicen esta genialidad de: “We are the 99% - Somos el 99%”, significa que ahí cabemos todos, menos el 1%, es decir los dueños de las grandes corporaciones y sus aliados.

D.S: ¿El origen de estos nuevos movimientos se encuentra en el “Mayo del 68” y en rebeliones más recientes como la de los Zapatistas?

R.R: Fíjese que no se puede homogenizar. En buena medida muchas de estas nuevas insurgencias o rebeliones se articulan al estallido de la crisis total del modelo socioeconómico. Ahora bien, ellos abrevan en varias tradiciones de lucha, como el “Guevarismo utópico”, no la revolución cubana, más bien el “Cheismo”. En el caso mejicano es evidente que ha influido el zapatismo original de la revolución de 1910, pero también el zapatismo del 94. En los movimientos europeos, tienen la influencia directa de Stéphane Hessel (1), ese gran pensador, el autor del libro ¡Indignaos!, ha sido una marca fundamental para muchos de ellos, pero también se alimentan de los Simpson, de la cultura pop, de los grandes iconos de la cultura masiva. Y toda esta gama tan amplia, los vuelve muy rápidos, muy hábiles y muy difíciles de asir en una sola definición univoca y cerrada.

D.S: Una constante de estos nuevos movimientos es la manera novedosa de presentarse y narrar los problemas o hacer las exigencias. ¿Qué diría usted sobre ésto?

R.R: En término de lenguajes y estéticas se ven cosas muy interesantes. Yo viví en New York y observé de cerca el movimiento de Ocuppy de Wall Street, estuve en España con “Los Indignados”, y en México estoy siguiendo el movimiento del “132”. Encuentro que ellos han reflotado la idea de la marcha, les interesa estar en la calle, tomar las calles. Considero que combinan la política caliente con la política fría, la política caliente de la marcha, de los cuerpos en la calle, con la política fría de las redes sociales, de los dispositivos digitales, de la comunicación escrita en blogs o documentos impresos. Sin que una anule a la otra. En ese sentido considero que si bien hay innovaciones interesantes en el modo que se usa el cuerpo en la movilización, en la innovación casi carnavalesca de presentarse en las calles. También existen muchas continuidades, por ejemplo en el movimiento “#132”, si tú vas a sus marchas encuentras que hacen cosas geniales, muy creativas, totalmente nuevas, pero al lado encuentras las viejas consignas de la izquierda mejicana, coexistiendo en un mismo espacio y eso no complica a los participantes, justamente es la expresión contemporánea de una protesta juvenil que históricamente se alimenta de diversas fuentes.

NOTAS:

(1) Stéphane Frédéric Hessel (Berlín, Alemania, 20 de octubre de 1917) diplomático, escritor y militante político. Su libro, ¡Indignaos! (Indignez-vous!), ha influido en  las protestas de España en el año 2011, en particular en los movimientos: ¡Democracia Real YA! y “Movimiento de indignados, 15-M”.

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