México: A 6570 días del levantamiento armado de EZLN (I y II)

| Gaspar Morquecho | kaosenlared |

(I)

Es muy probable que en estos días - hace 18 años -, los jefes militares de Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) estuvieran revisando el contenido de la Declaración de Guerra y la redacción de las Leyes Zapatistas. Deberían ser breves, concisas y claras para el pueblo mexicano. No debía faltar ni sobrar nada. Después los documentos se mandarían a la imprenta y serían el contenido del ejemplar número uno de El Despertador Mexicano. La Declaración de la Selva Lacandona: Hoy decimos ¡Basta!, también fue impresa en hojas de papel tamaño doble carta. Los jefes zapatistas estarían dando los últimos toques a los planes militares para el despliegue y asalto de 6 poblaciones y 1 ciudad (Ocosingo, Altamirano, Las Margaritas, Chanal, Oxchuc, Huixtán y San Cristóbal de Las Casas), mientras los mandos medios cuidaban que la tropas rebeldes, sus armas, el parque y demás equipo de campaña estuviera en las mejores condiciones posibles, las raciones para los días de guerra lo mejor distribuidas y verificando la capacidad de sus unidades para el traslado de la tropa a los frentes de guerra. Por su parte, las milicias aceitaban sus poderosas y temibles escuadras, revólver o rifles calibre 22 (de 1, 2 o 16 tiros). Otros, improvisaban armas manufacturando lanzas con el metal de sus machetes y, otros, sus infalibles rifles de madera.

Las fuerzas zapatistas estaban formadas por los ejército de las/os insurgentes, sus fuerzas especiales, el de la milicias y miles de valientes bases de apoyo (hombres, mujeres de mayor edad, jóvenes y niñas/os). A lo largo de 10 años se habían adquirido en el mercado gringo, armas y fornituras utilizadas en la segunda guerra mundial, Corea o Vietnam: algunos fusiles SKS, Steen, Thompson, Tommygun, M1, M2, M16, MP40, Schmeisser (muchos de ellos reconstruidos por hábiles armeros zapatistas), AR15, escopetas 12 y 16, y ¡¡¡¡¡Chingos de 22!!!!! Contaban con una impresionante red de radios comunicación, casas de seguridad, posiciones de montaña. El ajuar rebelde y equipo básico de campaña de las/os insurgentes era el uniforme: pantalón negro, camisola café, gorra, paliacate o pasamontañas y botas (de cuero o de hule). Las jóvenes insurgentes con bordados de flores en su pantalón y sus aretes le daban el “toque femenino” al uniforme rebelde. La fornitura, por lo general, elaborada por ellas/os mismos (cartucheras, porta cantimplora) de color gris o verde. En algún lugar guardaban el “techo”, una pieza de plástico sumamente flexible y maleable, reforzado en sus orillas con hilo trenzado de algodón que sobresalía en cada esquina y que servía para fijar el “techo” cuando acampaban en algún lugar. No faltaba el machete, un foco (lámpara de mano), cepillo de dientes, algunos contaban con reloj de pulso y por supuesto, el arma. ¡Ah! para acicalarse, portaban un espejito circular con una montura de lámina. Sin embargo, lo más importante, portaban una enorme cantidad de decisión y valentía. Todo, basado en sus “propias fuerzas”, en sus propios recursos. Seguramente Elisa llevaba en su corazón la satisfacción del “deber cumplido”.

Habían pasado 8,775 días de la fundación de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), 7,235 días del ataque a la Casa Grande de Nepantla y al Chilar - primer campamento guerrillero de las FLN en Chiapas -, y 3,650 días de la fundación del segundo Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata en el campamento La Garrapata en la Selva Lacandona.

(Tres fechas conmemorativas del EZLN. De ellas, es importante destacar la del 14 de febrero, Día de los Mártires de Nepantla. Mantener viva la memoria y honrar a los combatientes caídos se convirtió en la base para la forja de los insurgentes y argamasa del proceso zapatista. En esa fecha se reiteraba el compromiso de lucha de los insurgentes: no podían traicionar a sus compañeras y compañeros que habían entregado su vida en la lucha por la liberación nacional. Cada 8 de octubre, recordando al Che, celebraban el día del Combatiente Internacionalista.)

Diez meses antes, el 23 de enero de 1993, las FLN habían resuelto iniciar la guerra y, al Subcomandante Insurgente Marcos se le confió la tarea de preparar el levantamiento. Esta fecha también debe ser memorable para el EZLN y se preparaban para sumar la del 1 de Enero a su calendario de fechas conmemorativas. Seguramente, “el mero día” quedó bajo el resguardo de un pequeño núcleo.

En los meses de marzo y mayo de 1993 dos acontecimientos tensaron la coyuntura previa al levantamiento: la muerte de dos militares - uno de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) y otro de Ejército Federal (EF) -, en las comunidades ubicadas al sur de San Cristóbal de Las Casas y el primer choque del EZLN con el EF en las inmediaciones del campamento rebelde Las Calabazas en la sierra de Corralchén, Ocosingo, al parecer bajo el mando del Sub Daniel. Marcos comentó - entre febrero y marzo de 1994 -, que en el primer caso, una “brigada volante” se “había aproximado demasiado a uno de sus campamento” y que el descubrimiento del campamento rebelde en la sierra de Corralchén “pudo haber accidental o resultado de un chivatazo”. En ambos casos, comentó, se vio la posibilidad de “adelantar la fecha del levantamiento”. Daniel abandonó las filas del EZLN. Probablemente después que los federales abandonaron la zona y de la valoración que hicieran los jefes militares zapatistas de su proceder en esa eventualidad armada.

En los dos casos fueron detenidos algunos campesinos y los de El Carmen Pataté fueron acusados de “traición a la patria”. Hubo también diáconos y catequistas cuya defensa por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas derivó en una fuerte confrontación de Samuel Ruiz García - obispo de San Cristóbal -, con los jefes de la 7 Región y 31 Zona militares. Eran las primeras pruebas para Samuel Ruiz y las plataformas diocesanas en la víspera del levantamiento armado.

El choque de la columna zapatista y los federales en Corralchén confirmó la existencia de la guerrilla, el rumor que con muchas imprecisiones corría desde el inicio de la década de 1990, por ejemplo: “En Chiapas existen tres ejércitos rebeldes: uno en Ocosingo, otro en Altamirano y otro en Las Margaritas”, y desmintió la afirmación “En Chiapas no hay guerrilla”, del entonces gobernador Patrocinio González Garrido. La copia del expediente ministerial de, al menos, 500 fojas contaba con una sección de fotografías del campamento zapatista, de algunas armas, documentación e insignias.

1993, también fue un año dedicado por los zapatistas a informar a algunas personas y grupos que “habían acordado la guerra”. Algo que va a distinguir al EZLN. También para reclutar colaboradores y al “acopio de recursos”. Unos recurrieron al bosque, la “última frontera” de la economía campesina; los grupos de salud a conseguir “botiquines de guerra”; no faltó quién llegara con un catálogo de rifles de asalto y decir: “Necesitamos de éstas”… Respuesta: “¡Uf! ¡Y de donde cabrones las sacamos!”. El acopio para la “sobrevivencia”, además de armas y tiros incluía maíz, frijol, tostada y en algunas regiones carne seca. 1993, también fue un año en el que era evidente el “reflujo” del movimiento campesindio en Chiapas. El Frente de Organizaciones Sociales de Chiapas (Fosch) que había glutinado a la mayoría de organizaciones campesindias en 1992, se había disuelto y las agrupaciones en cada uno de sus nichos se movían en torno a la dinámica que imponía el calendario del Congreso Agrario Permanente (CAP) creado por Carlos Salinas.

En ocasiones discutíamos con algunos compañeros indígenas, sin saber que se trataba de un base de apoyo zapatista, sobre un horizonte sin horizonte, “pérate compañero… pérate, ya lo vas a ver”. ¡Qué voy a ver, ni qué voy a ver! Lo único que veo es la división y la confrontación entre ustedes y sus organizaciones, le respondía molesto. El compa insistía: Ahí lo vas ver…pérate. Con algunos salió el tema de la lucha armada: “Con la lucha armada lo único que van a lograr es que revienten los procesos de lucha que se han venido forjando desde hace muchos años y que nos vengan a partir la madre”. El espejo que teníamos enfrente era la prolongada lucha revolucionaria en Centro América en un franco proceso de pacificación, fracasos y una estela de miles de muertos.

El EZLN había acordado iniciar la guerra en un contexto y coyuntura adverso:

- El fin de la historia. Había caído el Muro de Berlín y reventaba el Socialismo y con él, el boque socialista.

- En la región avanzaba el proceso de pacificación (Nicaragua, Guatemala, El Salvador) después de 30 años de guerra y casi 500 mil víctimas mortales.

- Se había declarado la inviabilidad de la lucha armada. Los principales argumentos político-militares y técnicos eran que los ejércitos habían dejado de ser nacionales para convertirse en Ejércitos Continentales bajo la dirección del Pentágono y con una enorme capacidad de fuego.

- La mayoría de los movimientos armados en América Latina habían sido derrotados sin tomar el poder.

- La mayoría de las izquierdas se habían deslizado hacia la “democracia electoral” y atascados en procesos políticos – electorales habían sido incapaces de ganar alguna elección significativa.

- Con el acuerdo de “iniciar la guerra”, las FLN perdieron al comandante Rodrigo uno de sus mejores cuadros. En el Congreso había defendido que no había condiciones en el país para iniciar la lucha armada. Al perder fuerza sus argumentos en la dirección de las FLN abandonó la reunión antes de que ésta concluyera.

- El subcomandante Daniel había abandonado el proceso una vez que fue cuestionado y, se dice, que también fue degradado, por su proceder en el choque de Corralchén.

- Una parte de la Asamblea Diocesana había dejado de apoyar la vía armada y el EZLN había perdido bases de apoyo.

- Inteligencia militar tenía más información sobre el EZLN.

Sin duda el comandante Rodrigo tenía razón… pero no toda. Sin duda el Sub Marcos (apoyado por el Sub Pedro y Daniel) tenían razón… pero no toda. Quizás la diferencia estaba en que el Sub Marcos previó la oportunidad en medio de la adversidad. Quizás la decisión de los pueblos y comunidades zapatistas era el mejor de sus soportes… las bases de apoyo vendían lo poco que tenían, sus escasos animales, un cerdo, una gallina, un toro, para comprar armas y tiros para los días de guerra que vendrían…reservaron alimentos para la sobrevivencia…En los mercados escaseaban los paliacates, pasamontañas y pantalones verdes de los milicianos…


(II)

El Sub Marcos había regresado de San Miguel. Era la noche del 31 de diciembre de 1993 y a unas horas de la hora 0 del día D los zapatistas. Desde su centro de radiocomunicación montado en una “casa de seguridad” en uno de los barrios pirrurris de San Cristóbal de Las Casas se enteraba del estado de cosas. A la espera de las 0 horas de los relojes zapatistas, es muy probable que el Sub revisara que sus armas estuvieran al ciento: una escopeta recortada Cal. 12 y una mini Uzi, Cal. 9 mm con un cargador de 32 tiros. La mini había sido arreglada por los armeros zapatistas. Contaba con un cañón más largo al que habían adaptado una empuñadura de madera, al parecer, sin culata y con una correa para portarla “al hombro”. Para la muy especial noche/madrugada/jornada que le esperaba al Sub, había preparado un atuendo adecuado para el invierno en tierra fría: botas de campaña, pantalón, camisola, chamarra abrigadora, poncho y pasamontañas en color negro (apenas asomaba el paliacate). El gran ojal de pasamontañas denunciaba, una de dos, que el Sub no quería perder la visual de 180 grados, o quería lucir la nariz.

En los pueblos y comunidades zapatistas habían concluido las jornadas de oración, las bases de apoyo se habían despedido de las tropas de insurgentes y milicianos. Estas se habían concentrado en los puntos de partida hacia la toma de las siete cabeceras municipales. Algunas “bases de apoyo” se insubordinaron y avanzaron junto con los insurgentes a la toma de los pueblos. Atrás habían quedado 10 años/3,650 días/87,600 horas de aquel día en el Chuncerro y del campamento La Garrapata donde se nació el EZLN.

Había quedado atrás la rebelde celebración del V Centenario aquel 12 de octubre de 1992. Ese año, las agrupaciones campesindias habían fundado el Frente de Organizaciones Sociales de Chiapas (FOSCH) y, al menos, 15 mil indígenas - hombres y mujeres - marcharon por las calles de San Cristóbal de Las Casas. En la coyuntura, el EZLN había “abierto” parte de sus fuerzas en la Alianza Nacional Campesina Independiente Emiliano Zapata (ANCIEZ). (Al parecer, también fue un dispositivo táctico para la “acumulación de fuerzas”).

Los campesindios se citaron en el monumento a Las Casas, allá por el Teatro de la Ciudad. Las agrupaciones indígenas formaron una columna que se desplazó por la Diagonal Centenario, la Diego de Mazariegos hasta llegar a la Plaza 31 de Marzo. Se dirigieron hacia el mercado Castillo Tielemans y regresaron por Lázaro Cárdenas. El contingente de la ANCIEZ - que marchaba con una formación de “cinco en fondo” -, se detuvo frente al ex convento de Santo Domingo. Allí, una brigada - con atuendo zinacanteco -, se desprendió del contingente y derribó a golpe de marro la estatua de Mazariegos, el conquistador/fundador de Ciudad Real. En varios pedazos quedó exhibida en la Plaza Central mientras se realizaba el mitin. “Ese día yo los filmé a todos”, confió Marcos en 1994. Efectivamente, el Sub vestido de civil y con una gorra roja de beisbolista filmaba el evento. Al concluir el acto indígena, de la masa reunida frente al Palacio Municipal se desprendió la columna de la ANCIEZ para abordar sus unidades de transporte y retornar a sus pueblos. (Es muy probable que la movilización de las fuerzas zapatistas el 12 de octubre de 1992 haya sido un ensayo para el desplazamiento de sus tropas en 1994.)

El derribo de Diego de Mazariegos provocó la enorme indignación de los Coletos que, encabezados por el presidente municipal Mario Lescieur Talavera, fundaron el Comité Cívico San Cristobalense que se sumó a los comités de los ganaderos de Palenque y Ocosingo. Agrupaciones que van a jugar el papel de contra - civil y armada –, antes y después del levantamiento.

(Hace unos años, un ex presidente municipal me contó que para el 450 aniversario de la fundación de Ciudad Real, las autoridades municipales y el patronato Fray Bartolomé de Las Casas, buscaron alguna representación gráfica del conquistador Diego de Mazariegos con el objeto de mandar hacer su estatua en bronce. Nunca la encontraron. Así que decidieron utilizar la imagen… de saber quien… de un desconocido para hacer la pieza. Lo que importaba a esos coletos era una representación simbólica de sus ancestros de su estirpe. Un español conquistador/ fundador de la Real Ciudad. Barbado con armadura y espada en mano. La estatua derribada por los indios nunca fue repuesta y los pedazos se dispersaron en algunas colonias y comunidades indígenas. La base permaneció como mudo testimonio del homenaje y del agravio.)

Atrás había quedado también, el relevo que Carlos Salinas ordenó en la Secretaría de Gobernación. El capitán Fernando Gutiérrez Barrios fue retirado del cargo en 1993. En su lugar quedó Patrocinio González Garrido ex gobernador de Chiapas. (Gutiérrez Barrios inició su carrera política en el Ejército Mexicano. Trabajó en la Dirección Federal de Seguridad, organismo de la seguridad nacional y de los servicios de inteligencia en México. Fue su titular de 1964 a 1970 con el gobierno asesino de Gustavo Díaz Ordaz. Ese organismo manejaba la policía secreta y acusado de ser el aparato represivo contra las organizaciones y los movimientos de izquierda - políticos y armados - que surgieron durante las décadas de los 60's y 70's. Después fue Subsecretario de Gobernación hasta que Carlos Salinas lo nombró Secretario de la misma. El 4 de enero de 1993, fue sustituido por el gobernador de Chiapas. Salinas quería cerca a Patrocino por su información del movimiento armado en Chiapas.)

A mediados de 1993, en la ciudad de Las Casas, la tensión social se había agudizado por importantes motivos: la muerte de los dos militares al sur de ese municipio; la confrontación de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas y el Ejército federal; el choque en Corralchén y el enfrentamiento entre bases de la ANCIEZ y priístas en el ejido Moreliaen el municipio de Altamirano. La población hablaba abiertamente del posible levantamiento de los indios. Un coleto radical afirmaría entonces: “Puede ser. Lo cierto es que históricamente (a los indios) los han aniquilado”. Se le ponía fecha a la rebelión: “es pal 6 de agosto”, es pal 12 de octubre, es pal 17 de noviembre”. (Después nos enteramos que la del 6 y la del 17 eran fechas conmemorativas del EZLN. El 1 de enero del 94, Marcos comentó: “no eran malas fechas”). Nadie atinaba que - desde una perspectiva militar -, la fecha adecuada era movilizarse el día último del año y tomar los pueblos a las primeras horas del primer día del año nuevo… todas las fuerzas armadas, a esas horas, estaban prácticamente desmovilizadas. Me parece que lo del TLC sólo le dio un casual plus al acontecimiento.

Sin duda que en diciembre de 1993 estaba decidido ocupar las cabeceras municipales de las poblaciones de Ocosingo, Altamirano, Las Margaritas, Chanal, Oxchuc, Huixtán y la emblemática ciudad de San Cristóbal de Las Casas. Centros racistas de poder político y económico priísta mestizo e indígena. En Ocosingo, Altamirano y Las Margaritas los grupos de poder estaban integrados por las asociaciones de ganaderos y los comerciantes. En Oxchuc, Chanal y Huixtán los indios priístas usufructuaban el poder político municipal y los mestizos la usura y el comercio.

La ciudad de Las Casas concentraba y arraigaba la brutal práctica del racismo regional, paradójicamente, más visible y descarnada entre los coletos pobres. Sede los poderes económicos y políticos de la sociedad ladina conservadora con gobiernos priístas. Sede de los servicios públicos (instituciones de los gobiernos federal y estatal, centros educativos, de salud, de investigación) y religiosos (sede de la Diócesis de San Cristóbal y de las iglesias cristianas no católicas), la ciudad coleta crecía, también, como destino turístico. Sus características históricas, económicas, políticas, culturales, más las movilizaciones indígenas, eventos violentos y choques de la Diócesis con el Ejército federal recientes, la perfilaron como buena “caja de resonancia” para el levantamiento. Por su ubicación y entorno montañoso, la ciudad de San Cristóbal era idónea para una ocupación y retirada, rápida y segura.

(Seguramente en los planes del Sub Marcos no estaba promover turísticamente la añosa Ciudad Real. Como nunca en su historia, ningún gobierno, oficina de turismo, iglesia, partido, persona o acontecimiento proyectó a esa ciudad en el mundo como el levantamiento armado zapatista y la figura de Marcos en la plaza principal. En los primeros meses del 94, un empresario de San Cristóbal diría con cinismo: “Ahora no tengo de qué preocuparme. Si hay guerra mis hoteles se llenan de periodistas y si no hay guerra, se llenan de turistas”…algo así como los “beneficios colaterales”… para algunos.)

A finales del segundo cuatrimestre de 1993, había mucho ruido y actividad en Los Altos y la Región de las Cañadas. El Ejército había cobrado mayor presencia con el pretexto del narcotráfico. En agosto de 1993, Luis Donaldo Colosio, Secretario de Desarrollo Social, visitó la cabecera del municipio de Las Margaritas y anunció la inversión de 170,000 millones de pesos para beneficiar a las regiones más pobres de Chiapas. Dos semanas más tarde, el 6 de septiembre regresó al lado de Carlos Salinas de Gortari e iniciaron, en Guadalupe Tepeyac, la Semana de Solidaridad. Ahí inauguraron una clínica hospital. Cientos de campesinos se concentraron en el acto. Buena parte de ellos eran bases zapatistas. Marcos comentaría después: “Salinas no sabia a quiénes tenía enfrente”. En octubre, Patrocinio González Garrido, titular de la Secretaría de Gobernación con la complicidad del nuncio apostólico Girolamo Prigione pretendieron descabezar la Diócesis de San Cristóbal. Patrocinio estaba convencido de que Samuel Ruiz era responsable de la guerrilla en la selva. Miles de indígenas del Movimiento del Pueblo Creyente se manifestaron en defensa de su Tatic. Era evidente que el gobierno de Salinas había iniciado una ofensiva económica, política y militar con la intención de neutralizar a la guerrilla y evitar el levantamiento.

Sin embargo, el 29 de diciembre de 1993, corrió con fuerza la noticia que campesinos de la Cañada de Patihuitz había secuestrado 3 camiones del señor Solórzano, un ganadero de Ocosingo. Las unidades y los trabajadores del ganadero se encontraban retenidos en la comunidad de San Miguel. En casa de Tiempo, Alejandro Ruiz y yo, acordamos trasladarnos a San miguel. Doña Conchita Villafuerte nos dio una “carta de presentación”. Sin más, nos montamos en el vochito de Chiltak y jalamos rumbo a la “zona de conflicto”. En la parroquia de Ocosingo reinaba el nerviosismo y la discreción. No nos dieron algún contacto en San Miguel y le seguimos rumbo a la cañada. Al llegar a San Miguel un campesino nos detuvo y con alarma nos dijo: “Hay gente que está haciendo mucha pendejada”. Le dijimos que íbamos entrar y de regreso íbamos a platicar con él. Antes de llegar al centro de San Miguel un grupo de campesinos nos detuvo y rodearon el vochito, no nos dejaron bajar. Nos presentamos y preguntamos que estaba pasando: “Aquí no pasa nada”, dijeron. Su nerviosismo era evidente y su hermetismo mayúsculo. Nos despedimos y dimos la vuelta. No habíamos recorrido 100 metros cuando, en una curva y sobre una pequeña loma, asomaron 3 guerrilleros uniformados y armados. El lugar era propicio para que los pudiéramos ver. ¡En la madre! Ahí están. ¡Puta madre, quiénes son esos cabrones! Alejandro y yo nos hicimos mil peguntas y especulamos cuanto quisimos. A las orillas de San Miguel nos seguía esperando el campesino que nos quería dar información. No paramos. Con lo que habíamos visto era suficiente. “Algo va a pasar” repetía Alejandro. (Según Marcos, los secuestros en San Miguel habían sido una “maniobra de atracción”.)

En Ocosingo entrevistamos -vía telefónica- a José Fernando López Ardínez, presidente municipal del lugar: “No pasa nada. Sabemos que hay movimiento de gente. Puede ser alguna procesión religiosa”, dijo. Oscurecía y antes de salir del poblado vimos una camioneta del Ejercito Federal al palacio municipal. Había llegado el general Miguel Ángel Godínez, jefe de la 7 región militar, el general Gastón Menchaca Arias, jefe de la 31 zona militar, o ambos.

Total, con más preguntas dijimos… ¡Vámonos a Sancris! Y, para el camino… una pomo de ron añejo. Alejandro, necio, insistía: ¡Algo va a pasar! Yo contestaba: ¡Nada! ¿Qué chingaos va a pasar? Antes de llegar Cuxulhá nos cruzamos con 3 o 4 camiones de la policía de Seguridad Publica. En Huixtán pasé a saludar a viejos amigos tsotsiles. Estaban reunidos tomando café con hojuelas en espera del “año nuevo”. María me preguntó: ¿Qué va haber guerra? La consulta me sorprendió. Después de repasar: Secuestros, guerrilleros, jefes militares, policía en camino y María preguntando, solo pude contestar: “Parece que sí María… parece que sí va a haber guerra.”

FUENTE: http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/1204-m%C3%A9xico-a-6570-d%C3%ADas-del-levantamiento-armado-de-ezln-i-y-ii.html



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