¿LO CENTRAL O LO MARGINAL? FALSO DILEMA.


Pensemos globalmente,
actuemos localmente.

La política de la verdad, la relación de la verdad con la política, es una preocupación que ha estado presente en el mundo occidental, desde Grecia hasta nuestros tiempos. Michel Foucault en sus cursos de 1976 a 1978 definió esta relación en la modernidad bajo el concepto de régimen de verdad, entendido como una episteme que consolida una física y microfísica del saber/poder. El régimen de verdad, es el dispositivo de poder que construye en el marco de un suelo de positividad: la verdad, la verdad - ficción. Por intermedio de este régimen, se establece una guberna-mentalidad, que define lo correcto e incorrecto; lo normal y anormal; lo permitido y prohibido; lo central y marginal. En fin, la forma como se construye la verdad-ficción en el mundo contemporáneo, estructura el discurso hegemónico del bloque de poder, que se reproduce bajo el ritual de lo políticamente correcto y obviamente una serie de técnicas que van actuar sobre el cuerpo, la higiene, el pensamiento, los anhelos…

A esta específica tecnología de gobierno que tiene como misión regular todo lo que se relacione con la vida de los individuos y la población, la ha denominado Jacques Rancière política-policía; debido a que opera bajo un conjunto de procesos orientados a configurar el orden general de lo sensible, es decir, el establecimiento de las partes y sus distribuciones. En la historia de occidente dicho reparto se caracteriza, por la propiedad –propio- del logos y la propiedad vacía –impropia- de la parte de los sin parte. En otras palabras, lo policial es el orden que tiene como telos ordenar todo lo concerniente al hombre y la naturaleza, en aras de subsumir en ello el deseo del bien común.

En este sentido, cuando la parte de los que si tienen parte, exhortan al cumplimiento del deber, a respetar los conductos regulares, a desarrollar cambios sin alterar la normalidad, no están haciendo otra cosa que reproducir la política-policía, el mantenimiento infinito de las relaciones de poder. En esta política-policía es que se adscribe el Comité de Representantes Profesorales de la Universidad del Tolima, cuando sin previo análisis define el problema central del alma mater en la lucha contra la reforma de la ley 30, desconociendo que la mayoría de ese paquete legislativo ya se ha desarrollado en nuestra institución y otras universidades, como lo han dicho varios rectores y como se puede observar en los contratos de flexibilización laboral, de los supernumerarios y los profesores catedráticos. Lo policial, se hace más evidente cuando ese fantasmagórico comité Profesoral llama al “debate interno” desconectándolo de la política gubernamental que ha desarrollado el Consejo Académico y el Consejo Superior, pero sobre todo desconociendo los problemas específicos que ha generado la actual administración en los últimos años, los cuales han propiciando movimientos de rechazo, a los que estos señores han sido extremadamente sordos.

De igual forma, la orientación reguladora, del Comité de Representantes Profesorales, se puede descifrar cuando observan “con la mayor preocupación el hecho de que existan sectores universitarios empeñados en desviar la atención sobre estos problemas centrales… con lo cual se está haciendo un juego indebido al gobierno central”. Así, todo aquello que no se encuentre en la órbita de lo señalado por la sapiencia de estos “iluminatis”, debe ser rechazado y marginado, al fin y el acabo ellos se arrogan el derecho de ser los propietarios de lo permitido y prohibido. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?

A esta forma ortodoxa y por demás vulgar de entender la política, Rancière nos dice que se opone la política/interrupción. Aquella que rompe con la configuración sensible donde se definen las partes y sus partes… la actividad política es la que desplaza un cuerpo del lugar que le estaba asignado o cambia el destino de un lugar. Desplazamientos que buscan destruir todo el andamiaje de lo policial e inscribir la política en el orden de lo común, en el acontecimiento que construye los cimientos del devenir de la comunidad. Entonces, cuando hay orden, está ausente la política. Cuando emerge la política, hay interrupción: expresado en ruido y dislocación. La política no vive en el cosmos -orden- vive en el caos -desorden-. El desorden no acepta lo establecido, rompe, agrieta, hiere lo aceptado. Por consiguiente, la política molesta a los acomodados de la normalidad, le cierra las puertas a la felicidad vacía de los entes.

A esta política/interrupción responden los estudiantes de la Universidad del Tolima, expresada en lo formal y material de sus movilizaciones. Lo primero se evidencia en las justas reivindicaciones que sustentan las movilizaciones, véanse las propuestas de cambios integrales en los mecanismos de participación -democracia directa- en las decisiones que tienen que ver con el bien común; la solicitud de renuncia de toda la administración y la lucha por la calidad académica. El segundo, se puede observar en la organización de sus espacios colectivos: asambleas generales, de facultad, de programa. Mostrando así un carácter profundamente comunal en su accionar y una política a la altura de nuestro tiempo, frente a los desafíos que nos impone este tiempo indigente, representado en pasquines y las estructuras rígidas de unos grupúsculos que se autoproclaman ser los dueños de la izquierda.

Boris Edgardo Moreno Rincón
Profesor catedrático.

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1 Comentarios

Anónimo dijo…
Pero que, finalmente en la universidad del tolima no se sabe que es peor si la cura o la enfermedad.

Por un lado está el problema de la administración, cosa que no se porque vivimos desgantando procesos en ello si el rector entrega cargo y se inician procesos. Es ahí donde se debe luchar por saber a quíen se va meter y como se va hacer el proceso.

Y por otra parte, están los estudiantes vendidos que tienen dobles intereses, que solo se preocupan por su beneficio personal y que lastimosamente afecta a toda la comunidad estudiantil.

Solo cabe aclarar que debemos abrir los ojos. No solo los corruptos se encuentran entre los que administran, sino que también entre los propios estudiantes, porque que clase de educación exigimos cuando tenemos gente que lleva más de 10 años en la universidad quitando cupos y ocupando espacio que debieron ceder desde hace mucho. Que dejen el síndrome de Uribe y dejen que otros estén en ese lugar.

Anonimo............