Lugares donde la vida siga siendo plena

Silvio Sánchez Fajardo siempre tuvo en la palabra un acto pedagógico para sí y para quienes por su gentileza tuvimos la oportunidad de conocerle.

Su mente recorrió lo universal en crítica, apegado a los nobles valores como la solidaridad, autonomía, libertad, dignidad; así como los mitos fundantes de los pueblos, talentos y potencialidades de nuestra querida región sur-colombiana.

Admiró la construcción desde las hermosas obras de la madera (que alguna vez salieron de los bosques), pero fue más maravillosa su factura en el buen uso de nuestro idioma.

Hizo de la conversación, así como de la palabra escrita una fiesta en el rigor, exquisito y referencias siempre bien puestas. A algunos molestaba su persistente amor por la lectura, por encontrar en donde va el pensamiento filosófico clásico, crítico y contemporáneo. Era y es molesta esta opción en aquellas mentes que todavía en el Sur prefieren el pensamiento conservador, leve y la visión ligera de la cultura y la política.

Por contraste, Silvio, amigo de la perspectiva compleja, de la posibilidad de romper disciplinas a partir de su condición incuestionable del buen filósofo quien supo hacerse las buenas preguntas y amar los diálogos imperfectos que él cultivó siempre.

Aún lo veo reverente ante cualquier biblioteca bien cuidada en sus títulos creativos, pero también admirando las maravillosas obras fractales de montañas, plantas y las obras humanas en la cultura (Como cuando le acompañamos en el Municipio de la Cruz Nariño, a su conferencia magistral: Preguntas a la Memoria). Como siempre, todo viaje con él era una conversación borgiana de estructuras abiertas, parajes insospechados, referencias casi nunca pensadas.

Deseo resaltar la postura rigurosa en el debate, la inmensa capacidad para ir adelante en la sana controversia. Cuanto deberíamos aprender de la coherencia en el pensentir, categoría propia que estamos posicionando aquí en su Sur emocionado, pues siempre mostró la necesidad de superar el frío racionalismo instrumental, para reconocernos en las sensibilidades, colores, pasiones, emociones de lo humano como parte de la existencia que no es propia.

Construye Silvio muchos legados para vivir en una sociedad a la vez más digna e incluyente, quiero resaltar sus aportes en el Plan de Cultura del País, donde inscribió con argumentos contundentes el ordenador clave de ciudadanía cultural, así como la valoración del papel valorativo y constructor de convivencia que representaba una renovada comprensión de nuestro patrimonio vivo desde nuestras músicas, pequeñas historias, oralidad, colores, memorias extensas, artesanías, carnavales y fiestas, etc.

Tampoco quisiera pasar por alto, su alto aprecio por la tarea compleja de fortalecer y construir una democracia sustantiva: la cual debería superar según él todas esas prácticas que le quitan esencia: el clientelismo, los autoritarismos de todo cohorte, el apoliticismo y la falta de formación en cultura política a todas y todos los ciudadanos.

Quedamos en deuda con un esfuerzo intelectual que habíamos conversado hace un buen tiempo, referido a construir un dispositivo metodológico que superara la recurrente apuesta de la planeación estratégica (cuyo uso entre nosotros resulta frecuente), en la idea de reivindicar categorías más contextualizadas con nuestras culturas del trópico, alrededor por ejemplo de los lugares de reconocimiento, los sueños colectivos, las utopías posibles y mundos mucho más multidimensionales en la aproximación a nuestra realidad.

Los hombres buenos dejan huellas y caminos trazados, donde queda siempre la posibilidad de completar su obra. Gratitud y memoria al maestro Silvio Sánchez Fajardo.

LUIS EDUARDO CALPA D.
Abril 11 de 2011

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