La última navidad de la década

La última “noche buena” aunque nada buena para muchas familias excluidas, sellará una década marcada por diversos acontecimientos dolorosos y frustrantes que repercutieron en todo el mundo por la dimensión que alcanzaron. Una navidad que si bien tiene el mérito de unir a las familias, pero que ignora la cadena de atropellos a la dignidad humana suscitados en estos diez años, por diversas causas. La pérdida de miles de vidas inocentes durante el atentado a las Dos Torres en Nueva York en septiembre del 2001, la posterior invasión a Irak bajo el falso argumento de las armas nucleares, acarreando la muerte de millones de personas, los innumerables desastres naturales, incluyendo los últimos en Haití y Chile, muestran un panorama desolador al respecto.

Si bien en unos casos las desgracias se presentaron independientes de la voluntad humana, sin embargo otras son resultado de las políticas aplicadas por los Estados. Al final de esta década aún sopesamos con la triste realidad de que los bienes de la tierra se convirtieron en posesión privada de empresas y oligopolios, más de cuatro mil millones de personas en el mundo, viven por debajo de la pobreza y 1.2 mil millones aún padecen hambre, mientras el negocio de las armas se incrementa geométricamente, consumiendo gran parte de los presupuestos estatales. En estos diez años se distorsionó el concepto de calidad de vida y se la sustituyó por el consumismo exacerbado, propio de los países capitalistas, bajo la lógica del “consumo, luego existo”, es que la crisis del capitalismo ya no procede de las contradicciones de las fuerzas productivas, sino del proyecto tecnocientífico que beneficia exclusivamente a apenas un 20% de la población mundial que vive en la opulencia y el lujo, mientras el 80% sobrevive en la marginalidad, y la extrema pobreza.

Quedó comprobado que, la orientación de los países ricos, está destinada a profundizar la relación asimétrica entre elites y pueblo, incluso entre países desarrollados y pobres. La prueba de esta afirmación radica en la atención de la crisis financiera, ante la amenaza de quiebra de bancos, la reacción de estos países fue coherente con sus intereses, sin un mínimo de sensibilidad humana con tantas familias que quedaron en mora y perdieron sus viviendas, su solidaridad se dirigió hacia los bancos, que pese a ser los verdaderos responsables de la crisis, recibieron más de 18 mil billones de dólares para resolver su problema, los ricos con los ricos, mientras que a los humanos sin derechos que los proteja Dios.

En el ámbito latinoamericano, no obstante que la mayoría de los países consolidaron sus sistemas democráticos, no faltó la persistencia de algunos golpistas que reprimiendo al pueblo hondureño, derrocaron a su presidente constitucional para sustituirlo por un régimen de facto, un peligroso retroceso que puede afectar al continente. Los Estados aún no cubrieron las deudas contraídas en el pasado, muchos dictadores siguen impunes, Pinochet murió sin condena penal y resultaron muy tardías las sentencias contra alguno de ellos, los familiares de los desaparecidos siguen buscando a sus seres queridos, frente a la indolencia estatal, situación preocupante en el caso boliviano, porque el gobierno decidió liberar a las Fuerzas Armadas de toda responsabilidad, bajo el falso argumento de que éstas sólo obedecían órdenes, porque el único culpable es el imperialismo, sentenciando que ya no hay ninguna información por desclasificar.

La navidad del 2010, debe servir para reflexionar profundamente respecto a nuestro futuro, en la década que concluimos cabe reafirmar convicciones humanistas y democráticas para contribuir a la construcción de un planeta solidario y fraterno, respetuoso de los derechos humanos, preservemos lo que todavía no fue destruido nuestra dignidad.

Por Waldo Albarracin Sánchez - ForoBolivia

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