PIEDAD CÓRDOBA: EL AMOR ES MÁS FUERTE QUE EL ODIO


Yo que la creí indigna y sin fe; yo que bajé maliciosamente la vista para no saludarla en el ascensor, yo que la juzgué con liviandad, con perrería, soy el mismo que hoy se levanta de la butaca para aplaudirla, para agradecerle, para honrarla. Las virtudes se alaban o se admiran aún en los enemigos. ¡Nadie en Colombia es más hombre que esta mujer!

Bajo un calor innoble, Piedad Córdoba, la odiada, la resistida, la enemiga del país, ha conseguido arrancarle – una vez más- a la selva, a esa selva que se asemeja al destierro, al olvido, al exilio, al infierno, a la muerte, otro grito de independencia, de libertad, de felicidad.

Hay veces en que la humildad perjudica, sobre todo si se emplea con hombres insolentes que por envidia o cualquier otro motivo la odian. En la calle, en el Congreso o en los medios (RCN, El Tiempo) la gente se siente obligada a expresarle a Piedad su desprecio. Es fama que en el ser humano el odio está más cerca del corazón que la piedad.

El odio en los hombres nace del temor o de la envidia.

“La negra” (tendré que acostumbrarme a llamarla así) caminó descalza sobre los vidrios rotos de un proceso de paz inmerso en marchas y contramarchas. En cada esquina un obstáculo. En cada corredor del alto gobierno un puñal escondido. A veces era el propio gobierno el que boicoteaba las liberaciones, a veces la subversión.

Sólo con la paciencia, tenacidad e inteligencia, que a menudo algunos intelectuales le niegan a su raza, logró lo que ni el gobierno ni la santa madre iglesia, consiguió: traer a la libertad a otro puñado de colombianos. “Libre como un ave que escapó de su prisión y puede al fin volar…” Tienen motivos para cantar, también se llora de felicidad.

Y mientras Ingrid Betancourt - la mediática heroína que había prometido no desmayar por la búsqueda de una salida justiciera a la situación de los retenidos por la insurgencia - se bronceaba en Miami, ella, “la negra” (la odiada y temida), le arrebataba otra sonrisa a la selva inhóspita que devora a los hombres luego de humillarlos.

En definitiva todos son colombianos, todos merecen que se le respete la vida, todos merecen que el gobierno gaste hasta el último gramo de energía para salvarlos. ¡Qué importancia tiene quién sea el dueño de la verdad! (En los arrabales de la ciudad capital un hombre es apuñalado por otro; la policía trata de arrancarle al herido el nombre del agresor: “si muero no importa”, replica la víctima).

En la Argentina de la dictadura, la del 78, había un general ¿Masón? quien afirmaba sin pudor que por matar a un guerrillero se justificaba que murieran 99 inocentes. Jorge Luis Borges le contestó que sería bueno que el general - una rata de exportación a la Corte penal Internacional- expusiera la vida de uno de sus hijos para probar esa teoría.

Last but not less queda en la retina la penosa actuación del mes de mayo del emperador Uribe, quien pretendió desautorizar (acaso auspiciado por Juan Manuel Santos, Ministro de Defensa que contamina el medioambiente) a Piedad Córdoba; “sacarla” literalmente de la gestión, mandarla al exilio involuntario. El presidente Uribe continuamente se considera obligado a añadir algo más. Lo pierde ese afán por querer mear siempre más largo.

No creo que el Gobierno de Barack Obama (la de-esperanza negra), el ojo contemplador del universo, le aguante al dios Uribe más torpezas, más pataletas, más dilaciones, más atropellos a los derechos del hombre. También él, algún día tendrá que rendir cuentas… en la quinta paila del infierno.

“ Come fly with me, lets fly away, lets fly away, lets take off in the blue…” La voz de Sinatra copa la noche bogotana.

¡No hay caso: el amor es más fuerte que el odio!


POR JUAN LINARES

VIRTIN RED INFORMATIVA

NOTA: Este pretexto fue publicado con autorización del autor en el Desove XIV de la Revista El Salmón. Semestre A-2009. Universidad del Tolima.

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