Colombia: Izquierda a Cielo Abierto



Bienvenidos al desierto de lo real”: La idea de una izquierda a cielo abierto

Ante la explotación de la minería, la destrucción de lo público, de los recursos naturales, del agua y de la dignidad, es preciso construir una Izquierda a Cielo Abierto para desplegar un recambio en su accionar estratégico, asumir otras formas de hacer política, otras maneras de construir el partido-movimiento, otras modalidades de articular la sociedad, los trabajadores, los ciudadanos, el parlamento y la vida” (El Capitán Montaña)

Imágenes para repensar la izquierda


Dos imágenes surgen en medio del torbellino de los últimos acontecimientos en Colombia: una, la imagen de la película The Matrix: cuando el protagonista despierta a la “realidad real” y sólo encuentra desolación, ruinas y destrucción, y el líder de la resistencia lo saluda irónicamente y le dice: “Bienvenidos al desierto de lo real”; y dos, la figura de movimientos a cielo abierto que libran comunidades de base y organizaciones sociales particularmente contra los megaproyectos multinacionales, como El Quimbo en el Huila y la mina de oro La Colosa en Cajamarca, Tolima.

Estas imágenes bien podrían servir de estímulo para la búsqueda de caminos y la superación del aturdimiento y el conservadurismo de la izquierda. Asumir la magnitud de lo real significa comprender el desierto del régimen hacendatario transnacional mafioso que se ha enseñoreado y convertido el tiempo presente en destino fatal de los colombianos. Ante la soberbia de los depredadores de la vida, la justicia y la dignidad, se abre un horizonte a cielo abierto que confronta el círculo paralizante del posibilismo y de volver la mera “oposición”. Estamos ante lo real que se erige como “unidad nacional”, como presente continuo del gran capital, como “guerra permanente”. En este gélido desierto la izquierda deberá reemprender un proceso de autocríticas, relecturas y

recambios significativos. Son desafíos que compromete el pensamiento, las formas de organización y la visión de lucha como fundamento para la elaboración de una “arqueología del futuro” que posibilite “construir un mundo adecuado a la esperanza y a diversos “esbozos” de un mundo mejor”, según Frederic Jameson.

El triunfo del “sentido común” uribe-santista representa la obra hegemónica de la máquina demoledora de las élites, de los medios y de las transnacionales; su estrategia envolvente “santifica” el asistencialismo, las políticas de terror, el catolicismo homeopático, las lógicas del miedo y la mentira. Su fuerza destructiva se apoya en el capitalismo criminal, global y antidemocrático, y emerge un “mundo feliz” bajo el grito ensordecedor de guerreros, especuladores de bolsa y traficantes de la muerte, los cuales no “terminan de vencer”. Es el futuro-presente del desierto de lo real según la metáfora utilizada por Slavoj Zizek en Bienvenidos al desierto de lo real. Es el desafío de pensar, crear y luchar a cielo abierto cuando los vencedores “no han dejado de vencer”

¿”Fortalecidos” o autoengañados?

La trastocación de las palabras termina a veces encubriendo la realidad y distrayendo la disposición de las fuerzas. Con un cierto grado de cinismo, el periódico POLO (No. 27, junio de 2010) así como parte de la dirigencia del PDA han proclamado un supuesto, “¡Salimos fortalecidos!”, como si perder el 50% de los electores respecto de la votación de 2006 pudiera encubrirse u olvidarse. Los resultados del Polo son indicativos de la diferencia cualitativa entre los dos períodos. La obtención de Petro del 9.16% de la votación es, sin lugar a dudas, presentable y digna de valorar; además loable por la forma como él encaró los debates. Ahora bien, pasar del 23% al 9.16% en las elecciones presidenciales, marca una diferencia sustancial que no puede ocultarse. 1.300.000 votos es una cifra decorosa en un país acosado por la “parapolítica”, el autoritarismo, el terror y la persecución.

El Polo afectado por una crisis interna, y pese al desaliento causado ante fenómenos como el clientelismo, el divisionismo y las desastrosas administraciones en Bogotá, mantuvo una postura enhiesta y digna. En modo alguno, el Polo “salió fortalecido”, tampoco salió destrozado; a lo sumo puede decirse que tuvo una presentación digna que en parte contrarrestó la ofensiva de la ultraderecha y que obtuvo una votación respetable, destacándose su presencia en la Costa Atlántica.

El momento de incertidumbre que vive el PDA desestimula cualquier vana ilusión; engañarse a estas alturas de las circunstancias sería ir en contra de su propósito histórico; su máxima responsabilidad es enfrentar el desierto de lo real que el régimen de Santos representa, el cual se “honra” en asociar a Colombia como “Israel de América Latina”. Su triunfo aplastante sella el designio imperial y la victoria del Estado mafioso.

El derechismo ramplón de Mockus cerrará la posibilidad para que los Verdes puedan constituir una oposición al gobierno de Santos, y nada extraño sería que algunos de sus promotores terminen en el gobierno de “unidad nacional” jugando como arietes de su proyecto. Ambos sucumben ante el Imperio y prometen a la Sra. Hillary Clinton “cuidar los huevitos de la seguridad democrática” y defender la recolonización de los megaproyectos y del TLC.

El debate en la segunda vuelta presidencial fue aburrido, mediocre y reaccionario. Nada sustancial fue presentado al país: nada para los trabajadores, los ciudadanos y las juventudes; nada para las víctimas y la justicia. El Polo quedó “fuera de juego”; sin haber podido construir una estrategia viable, consciente y organizada, agravada por el rechazo de los Verdes para llegar a un acuerdo programático. Efectivamente, la derecha de Peñaloza, Fajardo y otros que controlan de hecho a los Verdes descartaron cualquier alianza con la izquierda y delinearon un centro melifluo, superficial y mediático. Los Verdes siguiendo el atajo de la derecha neoliberal despreciaron desarrollar una política de oposición y lucha contra el uribismo, convirtiéndose en su hermano gemelo. En este contexto, la decisión de No Votar fue una salida ante la imposibilidad de lograr un acuerdo programático en defensa de la paz, la democracia y la soberanía; ninguno de los dos candidatos encarnaban estos propósitos, de ahí que “no había por quién votar”. La abstención promovida por el Polo no logró desarrollarse de manera clara, activa y organizada.

La imaginación a cielo abierto

La izquierda probará su fuerza y consistencia en este duro trance. El desierto de lo real no podrá atravesarse sin fantasía; los innumerables peligros podrán producir decepciones; quizá el mayor de ellos será caminar sin sentido de orientación estratégica.

Requerirá concentración, estudio, reflexión y mucha participación; su “plan de travesía” no podrá ser obra de improvisaciones, repeticiones paralizantes y retóricos llamados a la “unidad”, a la “oposición”, al “frente de oposición”. Necesita saber organizarse, salir de sus guetos, de su triste abulia y paquidérmico espíritu burocrático-caudillista. La idea de una izquierda a cielo abierto expresa la convicción de pensar, vivir y operar otras formas de actuación.

Frente a lo real es preciso atravesar el desierto con serenidad e imaginación, y construir un pensamiento estratégico: “Mirar la realidad cara a cara; no buscar la línea de la menor resistencia; llamar a las cosas por su nombre” (Trotsky) y asumir el desafío de cambiar la realidad o sucumbir ante la fatalidad y la simulación. La figura de la vida, de la justicia y de la dignidad tiene hoy múltiples nombres: minga, asambleas cívico-populares, comunidades de base, cabildos abiertos, redes sociales, parlamentarismo social y de calle, entre otras, cuya “marcha” se deberá desplazar hacia lo público, lo social, el medio ambiente, lo internacional, la vida y la cultura, y a romper con el viejo sistema de discursos y prácticas grupistas, caudillistas, pragmáticas y de microempresas electorales, de modo que pueda reconstruir sus lazos con la vida de los ciudadanos, con las comunidades, con las localidades, con lo público y el pensamiento, para lograr ofrecer un plan programático centrado en la vida, la justicia, la autonomía y la democracia viva.

Ante la explotación de la minería, la destrucción de lo público, de los recursos naturales, del agua y de la dignidad, es preciso construir una izquierda a cielo abierto para desplegar un recambio en su accionar estratégico, asumir otras formas de hacer política, otras maneras de construir el partido-movimiento, otras modalidades de articular la sociedad, los trabajadores, los ciudadanos, el parlamento y la vida.

Lo peor es caer en la depresión y huir de lo real. La izquierda necesita “atravesar la fantasía” de esta ficción traumática y excesiva del triunfo granburgués y proceder a destruir el “mundo de la pseudoconcreción” de apariencias, simulacros, maniobras y silenciamientos de esta pesadilla que se llama el obsceno objeto de lo real del régimen autoritario y neoliberal, vencedor de estas contiendas mediante la guerra, la sumisión, los reality show y la grotesca intervención del “gran sacerdote” de la hegemonía hacendataria-transnacional.

Resultan inocuas las declaraciones de “fortalecer el Polo”, proclamar un “frente de oposición” y “acabar los partidos dentro del PDA”. Entre otras cosas, porque no atienden lo fundamental: resolver la crisis de la izquierda y desbaratar los males que la tienen aprisionada: la tentación centrista, el “individualismo gregario” de los caudillismos y el posibilismo paralizante.

El reto de reconstruir la izquierda a cielo abierto exige un pensamiento estratégico, una mentalidad distinta, sin corporativismos, una práctica biopolítica y una autonomía creadora. Transitar el desierto, enfrentar lo real y transformar la realidad implica reconstruir la izquierda, replantear sus luchas sociales a cielo abierto contra la depredación y destrucción de la vida y la dignidad. Lo real del desierto plantea reorientaciones estratégicas y obliga construir una cartografía de futuro para la complejidad de los nuevos territorios y subjetividades que desatarán a diario tormentas, peligros y desvaríos.

En esta travesía la izquierda necesita la fantasía, sin ser fantasiosos; deberá despojarse de la práctica rutinaria de prometer “más de lo mismo” y seguir con las viejas consigna instrumentales o fatalistas. En este sentido, necesita recorrer su propio “camino a Damasco” para reencontrar su misión histórica y redefinir su identidad como proyecto anticapitalista.

En este panorama jugarán un papel decisivo la política internacional (USA, Venezuela y Ecuador), las luchas por la Vida y la Justicia, las movilizaciones contra los megaproyectos transnacionales de El Quimbo (represa), La Colosa (minería a cielo abierto) y el TLC. Y la justicia internacional acerca de los crímenes de lesa humanidad y la “parapolítica” ocupará un lugar destacado. El propio desierto de lo real vivirá sus propias tormentas; se activará el “movimiento en las fronteras”, la Corte Penal Internacional tendrá un protagonismo; así como se reanimarán el conflicto interno y la crisis económica internacional.

El “mundo es grande y terrible” decía Gramsci, y sobre esta base formuló la estrategia de la “guerra de posiciones”, señalando que se trataba de “hacer política, más política”, esto es, más cultura, más organización, más pensamiento. La ética de los vencidos exige “decir la verdad a las masas por amarga que ella sea”, “mirar la realidad cara a cara”.

Una izquierda a cielo abierto es una manera de asumir el reto de cambiar radicalmente la política tradicional de la izquierda colombiana, superando la tentación del centrismo y el posibilismo paralizante.

NOTA: El Presente artículo fue pensado y tejido por Jorge Gantiva Silva. Filósofo Universidad Nacional de Colombia. Profesor titular de la Universidad del Tolima. Publicado en la revista digital IZQUIERDA Nº 2, Junio de 2010. Bogotá, Colombia.


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