Kyoto murió en Copenhague

Boicoteada por las potencias, terminó en Copenhague la XV Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático.


De ella se esperaban, para el 2020, al menos dos compromisos que garantizaran posibilidades de vida en nuestro planeta para las nuevas generaciones: Que la emisión de CO2 no superara el 75 por ciento del que se emitía en 1990 y que no se produjera un incremento de la temperatura global superior a 1,5 grados.


Para infortunio de las especies vivas del planeta, quienes decidían en este Evento no eran los representantes legítimos de los pueblos, lo cual habría facilitado el acuerdo, sino, disfrazados de tales, los emisarios del gran capital transnacional, más interesados en conservar las altas tasas de ganancia que en encontrar mecanismos que permitieran preservar para la vida esta gran casa común a la que denominamos Tierra.


La Conferencia pudo estar adornada con la presencia de los representantes de más de 20 mil organizaciones de carácter ambientalista, pero los organizadores no ofrecieron lo que era de esperarse, solo represión, para garantizarles su participación. Esto las llevó a que tuvieran que reunirse en un evento paralelo, del cual no era posible esperar conclusiones que comprometieran a país alguno, aunque sí dos consignas que de seguro iluminarán las acciones futuras de las masas en todo el mundo: “Si el planeta fuera un banco, ya lo habrían salvado” y “No cambiemos el clima. Cambiemos el sistema”


Sindiquemos, entonces, con total justicia, como los grandes responsables del fracaso de la XV Conferencia a los representantes de Estados Unidos y de los más poderosos países de Europa, a los cuales les pareció que la hecatombe terráquea, vaticinada por el mundo científico, podrá escoger a sus víctimas, y que lo hará como lo hace el mismo gran capital cuando actúa como dueño de sus mezquindades contra los trabajadores: a favor suyo y endosándole las pérdidas al resto de la humanidad.


A propósito de mezquindades, referencia especial merece el presidente Uribe, quien llegó a la Cumbre con más interés en aparentar esfuerzos por lograr soluciones que en dar evidencias claras de estarlas buscando. Esto fue lo que hizo con su mentiroso discurso, a través del cual pretendió ocultar las culpas que le pesan como cliente UNO A de Monsanto y del peligroso glifosato.

Y también merecen especial mención, pero con signo contrario, los países agrupados en el ALBA, con Venezuela, Bolivia y Cuba a la cabeza. Con sus pronunciamientos, dejaron señalado con toda claridad el norte al que debemos dirigirnos quienes nos encontramos al sur de la ignominia: dignidad, soberanía, respeto y, por sobre todo, unidad contra el capitalismo, causante como el que más del desastre climático al que la humanidad se halla enfrentada. Especialmente severa fue el ALBA al enjuiciar la actitud de Obama al imponer un documento “cocinado” en la oscuridad de la noche y a espaldas del evento mismo, mientras en el evento paralelo continuaban coreando lo que había que decir: ¡No cambiemos el clima, cambiemos el sistema!


Con las decisiones tomadas, todas carentes de compromisos vinculantes, podemos cantarle un réquiem al Protocolo de Kyoto. ¡En Copenhague le dieron muerte!


Aprovecho esta ocasión para manifestar mi deseo de pronta recuperación al maestro Benhur Sánchez. Su pluma y sus pinceles tienen aún mucho que aportarle a la cultura en nuestro querido país.


Por Rodrigo López Oviedo


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