Nunca la Plaza Murillo fue tan pequeña y a la vez tan grande para tanta dignidad


La Paz, 20 oct (Delfín Arias Vargas / ABI).- La Plaza Murillo, el centro político del país y escenario de las definiciones políticas desde antes de la era republicana, fue el escenario donde confluyó la gran marcha iniciada el 13 de octubre por la refundación de Bolivia, pero el histórico asiento quedó pequeño para recibir a miles de marchistas, pero tan grande a la vez para cobijar un sentimiento inmenso de unidad y dignidad nacional.


Desde aproximadamente las 15.00 de este 20 de octubre, día de la fundación de la ciudad de La Paz, largas columnas de caminantes comenzaron a llegar a la plaza Murillo desde el norte, sur y noreste de la ciudad.


Como al inicio de esa movilización popular, fue el presidente Evo Morales quien lideró los últimos 35 kilómetros desde la población de Achica Arriba, seguido de al menos dos centenares de miles de bolivianos cargados de sueños y desafíos para construir un nuevo Estado.


Mientras la plaza Murillo quedaba colmada de canto a canto y las calles aleñas como la Comercio, Ayacucho e Ingavi se veían también rebasadas en su capacidad; desde su centenario pedestal la figura del prócer boliviano Pedro Domingo Murillo parecía sumarse a la celebración del pueblo por una nueva Constitución Política del Estado.


Pero no sólo la Comercio quedó abarrotada de gente, sino que la avenida Montes, la vía que conecta la céntrica plaza Pérez Velasco con la autopista La Paz – El Alto se llenó de marchistas que no pudieron avanzar porque la capacidad física no lo permitía.


Bolivia hoy se miró en el espejo de la historia y descubrió que todos: collas y cambas, chapacos y vallunos, habitantes del área rural y urbana, tenían el mismo rostro, las mismas reivindicaciones, las mismas esperanzas.


Hace 198 años, Murillo era ejecutado por el poder colonial español en la plaza que hoy lleva su nombre. El 29 de enero de 1810, junto a otros patriotas, el prócer paceño, nacido en Suri, fue ahorcado porque demandaba libertad, autodeterminación de su pueblo, independencia.
Pero antes de morir en el cadalso pronunció sus proféticas palabras: “Compatriotas, yo muero, pero la tea que dejo encendida nadie la podrá apagar, ¡viva la libertad!”.


A casi 200 años de ese hecho, ese fuego de libertad que dejó el protomártir retumbó la tarde de este lunes, histórico desde donde se lo mire, como nunca en las generaciones presentes se había escuchado.


Es que esa libertad avizorada por Murillo, es por la que miles y miles de bolivianos demandaron con una sacrificada marcha de 199 kilómetros desde Caracollo y desde otras regiones; pero por una libertad con rostro de justicia y de inclusión para desterrar por siempre el racismo.


Fueron los hijos e hijas de Túpac Katari y Bartolina Sisa, líderes de una sublevación indígena contra la corona española en 1780, 20 años antes que Murillo, quienes reivindicaron hoy su libertad, derecho a la tierra y la igualdad.


El 14 de noviembre de 1781 Katari fue ejecutado en Peñas, no sin antes ser torturado por sus verdugos. Amarrado a las sinchas de cuatro caballos es descuartizado como escarmiento a los indios.


Hoy, esta Plaza Murillo, a la que hasta hace 50 años no podían ingresar los habitantes ancestrales de estas tierras por los perjuicios raciales de un señorial sistema que los había sumido en la más espantosa explotación, recibió a miles de indígenas, vecinos, trabajadores, profesionales…, tanto de las tierras altas como bajas.


La voz postrera de Murillo se multiplicó hoy por miles y se expresó mediante canciones con contenido social de rebeldía en ritmos contemporáneos bolivianos y ancestrales como las pinkilladas, tarqueadas y moseñadas, pero también con relatos de protesta contra el orden impuesto por los poderosos.


“Pero yo sigo en la misión de cambiar esta nación, qué es lo que haces por tu Patria, algunos piensan y escapan de la mafia, otros se conforman, pero yo sigo en la misión de cambiar esta nación”, expresaba un fragmento de un grupo regatonero de El Alto, que participó de la fiesta democrática.


Es que el proceso de cambio hoy día cuenta con el respaldo colectivo del pueblo, expresado en una movilización sin precedentes.


“Arde una sola masa social, de que la conciencia colectiva, de las clases nace, crece y se reproduce en la mente, vaya ese occidente, llanos y oriente, curamos nuestra herida sofocante desde la base frase a frase, calles y mensajes y los trágicos desastres, preservando raíces culturales contra la ideología y la mafias que tratan de separarnos…”.


Mientras a las 19.30 el Congreso Nacional instalaba la sesión para convocar al referendo sobre la nueva Constitución en base al acortamiento de mandato y elecciones generales para enero y diciembre de 2009, en la Plaza Murillo y las calles adyacentes la multitud festejaba, algunos bailaban en una muestra de la democracia profunda.


Pero no solo fueron bolivianos quienes marcharon paso a paso, metro a metro, kilómetro a kilómetro en demanda de la transformación de las estructuras del Estado, sino que ese sacrificio fue acompañado por la solidaridad de los pueblos de la región.
Delegaciones de indígenas peruanos, ecuatorianos, panameños, chilenos del pueblo mapuche y de otras latitudes, junto a activistas latinoamericanos por los derechos humanos se juntaron para expresar su apoyo activo al proceso de cambio.


La realidad se encargó de desmentir algunas versiones que “alertaban” sobre una presión “violenta” al Congreso Nacional para que apruebe la ley de convocatoria al referendo constitucional. Por el contrario, todo fue alegría, esperanza, pero también firmeza para hacer respetar derechos por decenios conculcados.


Alex Garcia fOROBoliviaTRIBUNAcooperativa

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