EL SALMÓN NO HA MUERTO…. SÓLO AGONIZA

Hay peces que viven sólo algunas horas. Hay peces encerrados en sus acuarios que sólo pueden ver el mundo a través de los cristales de colores, y mueren por la contaminación que ellos mismos fabrican en el interminable ciclo del agua. Los antiguos pobladores de América Latina creían que éramos producto de las aguas, que la vida surgía de ella y terminaba en ella. Hay peces que viven más que un ser humano. Este Salmón ha desovado durante seis años y se nos antoja con suficientes fuerzas para continuar en contra de la incómoda corriente.
El Salmón no puede vivir en un acuario, porque los encierros provocan escasez de oxigeno, no puede resignarse a ver el mundo a través de los cristales de colores que la época ha construido como el póstumo engaño, como la mayor forma de esclavitud. Por eso este pez ha construido su hábitat en los múltiples lugares disonantes, tratando de tejer sintonías con las voces diferentes, con los sueños atropellados por el asfalto de la existencia, con los errabundos de la cultura que posibilitan un mundo diferente, tal vez no mejor, pero si distinto.
Persistencia y obstinación, dos rasgos propios de quien emprende un viaje hasta las elevadas cumbres, luchando contra la corriente que ya tiene un destino, acechado por los depredadores que olfatean en las curvaturas de los cauces, que preparan los territorios de las tinieblas para poder construir sus imperios de la infamia. Y el Salmón prosigue, sabiendo que el esfuerzo es necesario para reproducir la metáfora de la existencia, consciente de la complejidad que implica construir colectivos, pero fortalecido por las voces que desde cada rincón nos hace visibles, y en el sendero acuoso que se traza sabemos la importancia de seguir reproduciéndonos.
Hace 2190 días, cuando se gestó el primer desove, la pretensión era unir las voces disonantes, esas que a diario se plasman en los recovecos de la existencia, que se resguardan en los territorios inhóspitos de la ciudad, que se expresan mediante el uso de la imagen, de la música en sus múltiples hibridaciones, del cine y del video, de la palabra que siempre seguirá vigente en su función letal de derribar el muro de las falacias convertidas en verdades. Hoy el reto es el mismo, construir un colectivo ‘anfibio’ que mute con la realidad conflictiva y se extienda hacia otros senderos diferentes a esos diseñados por los dueños del poder y sus discursos oficiales que han perpetrado sus legados de miedo. Esos traficantes de los sueños, militantes de la injusticia y acalladores de cualquier voz diferente, han querido “deslegitimar” nuestras voces con los argumentos que siempre usa el terror para sostener su idilio con la historia, pero no se puede esperar un escenario diferente: siempre habrán osos acechando los cauces del río y el Salmón lo sabe, pero continúa su ascenso.
Ahora hay ecos en otros rincones del país y de esta Latinoamérica que cada vez requiere más tiempo para ser re-pensada, ecos de un Salmón que desova desde la Ibagué intranscendente y que cada día se hace fuerte por la interrelación con los otros. Esperamos seguir los pasos de quien se adentra en la oscuridad sin tener miedo a los encuentros furtivos que acechan los callejones, sin ser luz, sin tea, sin ser opción, sólo siendo un espacio posible en donde algunos conversamos y dejamos evidencia de la conversación.

Carlos Arturo Gamboa Bobadilla
Poeta, escritor y Salmón
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