Petro, el asediado


|Por Alexander Martínez Rivillas* |

 

Los medios de comunicación y los partidos políticos todos, o casi todos, han resuelto entonar al unísono el mismo estribillo: “Petro, debes moderarte y acordar un gobierno con todos”. El presidente electo ya expresó su preocupación: “si nos aislamos, nos tumban”. No era para menos. La primera aspiración de centro izquierda en el gobierno nacional se ha materializado desde que somos una república.

 

Las instituciones estatales, sin embargo, forjadas en los talleres mismos de la política más ultramontana y señorial desde la Colonia, ya pactaron también sus estrategias de mantenimiento de los poderes regionales, la respectiva contingencia para mantener su influencia en los poderes centrales, y una acción concertada para retomar la presidencia en el próximo cuatrienio. La compulsiva repetición de la prensa hablada y escrita sobre la urgencia de realizar un pacto con los “diferentes”, o sea, la urgencia de hacer literalmente “inofensivo” el programa de gobierno de Petro no es una mera casualidad. Recientemente, la revista Cambio habló puntillosamente de una posible insubordinación de las fuerzas militares. La reverberación del mensaje en todas las redes sociales tampoco es gratuita: se plantearon meter zozobra desde “arriba” (coaligados con los demás medios tradicionales y muchos alternativos) para domesticar a ese Petro antioligárquico y antiplutocrático.

 

Seguramente, el presidente lo sabe: las loas cuando se acerca al establecimiento, las aprobaciones cuando nombra a un “patricio” entre los altos cargos, los respaldos casi que ingenuos ante una decisión unilateral de Petro por mor de una transición pacífica, los agradecimientos de aquí y acullá por ampliar el espectro del diálogo con la oposición, etcétera, hace parte de una vieja técnica de “domesticación” del populismo de izquierda de las últimas décadas en el mundo occidental. La clave es orillarlo a la creencia irrefutable de que será “tumbado” si no atiende a la inercia del funcionamiento del poder político y sus alianzas duraderas con el poder económico más penetrante en la agenda de gobierno.

 

Los cambios sociales están fuertemente correlacionados con la presión social violenta o persistentemente movilizada. Se suceden en escenarios de posconflicto o de paz y son, ciertamente, muy lentos (véase el portentoso estudio de Walter Scheidel, “Violência e a história da desigualdade”, editorial Zahar, Río de Janeiro, 2020, pp. 13-22, que abarca varios siglos de historia de luchas contra la desigualdad y la pobreza de muchas naciones del mundo). Pero lo que se prevé desde ya es que esos cambios se querrán ralentizar al máximo (y con pretensiones de regresiones en algunos rubros) a despecho de lo planeado por el presidente.

 

Incluso, se puede conjeturar que, los cambios aceptables para el establecimiento tendrán que ver con reformas que se deben realizar solo en el límite para poder subsistir o ser viables frente al mercado global (competitividad), al capital financiero mundial (inversión extranjera), y al escenario (ya agresivo) de transición o mitigación de la crisis climática (descarbonizar la economía y ampliar la malla ambiental).

 

Las cartas de apoyo de los partidos conservador, liberal, de la U, etcétera, a las políticas gruesas de Petro se convertirá en otra estrategia de “pulimento” de las ásperas caras de las reformas petristas. Estos partidos saben de antemano que el presidente solo tiene dos años o menos para impulsar su paquete de reformas legislativas, y que, en ese punto, el “asolamiento” de su legitimidad por parte de los medios del establecimiento será tal que le será imposible obtener sus mayorías. Serán dos años de negociaciones, de cambios del contenido legal original, de adiciones a las iniciativas, de debates inanes, de reformulaciones de los articulados, de pago de favores por apoyos, de impugnaciones legales a las leyes aprobadas, de revisiones de constitucionalidad, de tecnicismos en debate sobre la prudencia de tal o cual medida, en fin, pondrán a prueba lo que mejor saben hacer: no hacer nada para que todo siga igual.

 

Agotados los dos años, y si son exitosos en esta pesadilla burocrática, técnico jurídica y politiquera, es altamente probable que las reformas queden reducidas a tímidos programas que no moverán de forma duradera las tasas de pobreza, ni mejorarán los niveles aberrantes de concentración de la tierra y de la riqueza. Desearía que no fuera así, pero es mejor ser cauto en estas materias. En lo que sí creo que se podrá avanzar con pocas resistencias es en los procesos de paz y de sometimiento del crimen organizado. Pues, las guerras intraestatales no dejarían jamás, como dice Petro, “desarrollar el capitalismo”, y en esto tiene el respaldo del FMI y de Biden.

 

Ya en el Tolima se dibujó un escenario de respaldo del conservatismo y del liberalismo al programa de Petro. La contraprestación salta a la vista: dejar absolutamente intocada la infame empresa electoral, clientelar y corrupta que les ha permitido capturar el erario y mantener su caudal electoral. Ni la Universidad del Tolima, ni Cortolima, ni los hospitales públicos, ni las alcaldías, ni la gobernación, podrán modernizarse, o ser por primera vez eficientes, ni tampoco podrán aplicar principios meritocráticos y de transparencia, a pesar de ser una promesa de campaña de Petro. 

 

*Profesor asociado de la Universidad del Tolima.

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