Soplan vientos de cambio en Colombia


El Pacto Histórico liderado por Gustavo Petro y Francia Márquez se convierte en la esperanza de un cambio.

 

| Por Julio Enrique Cortés Monroy* |

 

Es indudable que por estos días se siente en el ambiente cierta ansiedad por el panorama político y por el futuro del país, el cual ha estado marcado de forma significativa por las elecciones al Congreso de la República del pasado 13 de marzo, así como también, por las presidenciales de este 29 de mayo de 2022. La victoria del Pacto Histórico, coalición de varios movimientos y partidos políticos de izquierda, alternativos y progresistas, liderado por Gustavo Petro, ha sido un fenómeno absolutamente trascendental en la historia de Colombia, pues nunca antes se había obtenido tanta votación y representatividad para el órgano legislativo por parte de un movimiento como este. Fueron 20 curules que el Pacto Histórico logró conquistar en el Senado ante la masiva votación ciudadana en todo el territorio nacional, convirtiéndose en la mayor fuerza política para el próximo periodo 2022-2026.

 

El nuevo Congreso de la República y la posible victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez a la presidencia, han causado una inmensa emotividad y aliento en gran parte de la población colombiana que piensan que desde el poder político se puedan ahora hacer algunas transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales, históricamente reclamadas, y siempre desconocidas o negadas por el establecimiento. A propósito, no es casual que se haya vuelto popular aquella frase de Francia Márquez, de hacer el cambio “para vivir sabroso”. En realidad, es este el clamor de un pueblo que no ha conocido un solo día de paz en los más de 200 años de vida republicana. 

 

Pero, por otro lado, no se puede desconocer que también existe un sentimiento de preocupación y miedo al cambio por parte de quienes han controlado siempre el poder y mantenido sus privilegios, a costa de la exclusión social, la explotación de la clase trabajadora, y la miseria de la inmensa mayoría de compatriotas. Se debe resaltar que dichos sectores dominantes han acudido a sus medios de comunicación para manipular, engañar a la ciudadanía, y crear una paranoia, vaticinando toda suerte de efectos funestos a causa del cambio. La estrategia del miedo ha logrado infortunadamente confundir y atemorizar a una buena parte de la población colombiana. Por ello no es casual escuchar voces que repiten que Petro nos volverá como Venezuela, o que Petro nos va expropiar, o que nos va a dejar sin pensión, entre otras falacias.

 

Lo cierto es que la incertidumbre acerca de lo que pueda pasar con el rumbo del país no le es indiferente a muchos, porque hasta para quienes la política no era de su interés, hoy se ha vuelto forzoso asumir una postura política, aún si esta es errónea o indeseable. La contienda electoral y lo que está en juego ha ocasionado que la juventud, y muchos de los tradicionalmente apáticos a la política, adopten en este momento una postura más activa, a pesar del escepticismo de mucha gente.

 

Sin duda el momento que atraviesa Colombia es trascendental, quizá definitivo. Los acontecimientos de los últimos tiempos relacionados con el estallido social (Paro Nacional, 28 de abril de 2021) desencadenaron la movilización de miles y miles de jóvenes en Bogotá, así como en muchas ciudades, pueblos y municipios del país, aún en medio del confinamiento por la pandemia del Covid 19. Más allá del inconformismo con el gobierno de Duque, la gente salió a las calles a protestar contra las reformas tributarias y de la salud, por la falta de trabajo y de oportunidades, la falta de educación, la corrupción incesante, la destrucción del medio ambiente con el fracking y la tala de árboles; y, en síntesis, por el anhelo de la juventud de ser escuchada y obtener un cambio real.

 

La situación de hambre y desesperación invadió nuestro país y la convergencia de tantos factores produjo una movilización social sin precedentes. Miles de jóvenes, estudiantes, educadores, padres de familia, mujeres, artistas, campesinos, trabajadores, sindicalistas, desempleados, ambientalistas, y adultos mayores salieron a marchar y a gritar sus consignas al gobierno uribista. Se hicieron jornadas de pedagogía en los barrios, en los humedales; tomas culturales, plantones y bloqueos, marchas y barricadas. Surgieron las Primera Línea para defender a los manifestantes, fueron días de mucho activismo social y político y en las calles del país.

 

La movilización social contra el gobierno de Iván Duque trajo como repuesta una brutal represión y tratamiento de guerra a la protesta social utilizando la fuerza pública y en algunos casos en complicidad con grupos paramilitares como sucedió en Cali. La policía y el Esmad dejaron una tragedia de sangre y muerte: Más de un centenar de jóvenes asesinados, desaparecidos, torturados, heridos, y mujeres abusadas sexualmente. Aparecieron en los ríos varios cadáveres de jóvenes, cuerpos desmembrados o con señales de terror. Las calles y barrios fueron militarizados. Se practicaron allanamientos ilegales y se desató una fuerte persecución contra los jóvenes Primera Línea y activistas sociales. A la cárcel fueron a dar defensores de derechos humanos, comunicadores sociales y periodistas independientes; una cantidad de mujeres y hombres inocentes fueron y siguen siendo víctimas de montajes judiciales.

 

Semejante represión terminó desenmascarando la dictadura uribista y su régimen de corrupción y muerte. En muchos hogares aumentó el rechazo contra el gobierno Duque ante tanta masacre. Muchas madres y padres de familia se solidarizaron con sus hijos quienes salían a manifestarse y ponían con dignidad y valentía el pecho a las balas y gases del Esmad, convencidos de su justa lucha política. Miles y miles de indignados salieron a las calles. La lucha y la resistencia fueron la única salida y esperanza de cambio. La juventud se apropió de la consigna “nos quitaron tanto, que nos quitaron hasta el miedo”.

 

A nivel internacional se denunció la barbarie que se desataba contra los manifestantes por exigir sus derechos a través de la protesta social y hasta vinieron comisiones defensoras de derechos humanos del extranjero para constatar la grave situación humanitaria que se presentaba en todo el país. Innegablemente el descrédito del gobierno de Iván Duque y las instituciones había llegado a un punto de no retorno. Las manifestaciones lograron la renuncia del Ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, promotor de la Reforma Tributaria, así mismo se logró cancelar la reforma a la salud, y poner en el debate la necesidad de unas profundas transformaciones para superar la crisis del país.

 

Ha pasado un año y lejos de mejorar, la situación del país se hace cada vez más crítica e insostenible. La gran mayoría de la población considera que ha llegado la hora del cambio y el fin de la dictadura uribista. Sin embargo, no se puede desconocer el miedo a un nuevo fraude electoral o un atentado contra la vida del candidato Gustavo Petro. Sabemos que podría repetirse la historia de Gaitán, de Pardo Leal, Bernanrdo Jaramillo Ossa, Luis Carlos Galán, o Carlos Pizarro, candidatos presidenciales asesinados. Igualmente, sabemos que hace cuatro años a Gustavo Petro le robaron las elecciones y el Uribismo logró montar a Duque de manera tramposa gracias al control ejercido sobre la Registraduría, el Consejo Nacional Electoral, y a la compra de votos que se demostró después con el testimonio del Ñeñe Hernández. El fraude se impuso y ningún escándalo logró derrocar al régimen mafioso colombiano.


 

Por eso después de cuatro años del mal gobierno de Duque surge una nueva esperanza, no basada en caudillismos. No se trata de fe ciega en un hombre, en un ser imprescindible, o un mago, como lo dijo hace poco Pepe Mujica, refiriéndose al candidato del Pacto. Pero sin duda Petro y Francia Márquez representan la esperanza de millones de colombianas(os) del campo y la ciudad; de gente de todos los colores, estratos y edades; de quienes han luchado por unas transformaciones del país. Es la esperanza de los que tuvieron que irse del país buscando oportunidades, una vida más próspera y tranquila. Es el sueño de los exiliados políticos que tuvieron que huir buscando salvar su vida.

 

Es la esperanza de campesinos, de indígenas, mujeres, hombres y jóvenes que quieren un país con oportunidades para cultivar la tierra, para estudiar, para tener un trabajo digno, para acceder a un sistema de salud decente. Para que podamos vivir en armonía con el medio ambiente, para que la prosperidad sea para todos, y no para unos pocos. Para no seguir viviendo entre la muerte y el hambre; entre el narcotráfico y la corrupción. Porque la ciudadanía sabe que sí es posible otra Colombia, más justa y en paz. Como dice Francia: Para vivir sabroso!

 

Por eso muchos colombianos creen que estas elecciones presidenciales serán la última oportunidad de un cambio a través de la contienda democrática. Se trata de ser sensibles y conscientes ante lo trascendental de lo que está en juego, el papel histórico de mucha gente que sueña y lucha por un cambio hacia una Colombia más humana y progresista. Se trata de que todos tenemos en nuestras manos una responsabilidad histórica y nunca estuvimos tan cerca de la posibilidad de conquistar el poder. En últimas, se trata de avanzar en un proceso de emancipación de la sociedad colombiana y de construcción de poder popular. ¡Por eso digo con orgullo viva el Pacto Histórico y Petro y Francia a la presidencia!

 

(*) juliaocortes@gmail.com

 

Fotografía: Facebook Salvador S



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