Karel Kosik y sus reflexiones antediluvianas

 

Para salvar la humanidad de la ambición ilimitada, de los cálculos empresariales, de la domesticidad generalizada y de ese devastador nihilismo que ya lo corroe todo, el pensar es ya un signo de resistencia, tenemos que elevar a las personas a su condición de constructores de su propia historia, más allá de la subalternidad, la obediencia acrítica a una ideología o los simples activismos militantes…

           

| Por: Julio César Carrión Castro* / Viva |


–El círculo infernal del mercado y el corrupto poder de la lumpemburguesía–

 

El escritor Karel Kosik, nacido en Praga el 26 de junio de 1926 y muerto en esa misma ciudad el 21 de febrero de 2003, luego de haber vivido y padecido múltiples desengaños, humillaciones y persecuciones, tanto a nivel personal como por la situación de su patria, que sufrió primero, en 1939, la invasión alemana y, luego, la posterior ocupación por parte de la Unión Soviética, estuvo preso por los nazis en el campo de concentración de Theresiendstadt, dada la resistencia antifascista que impulsó desde temprana edad y que le llevó a empuñar las armas contra los invasores.

 

Libre ya, al finalizar la segunda guerra mundial, Kosik emprende un serio y sistemático proceso de formación intelectual, político y filosófico que le convertiría en profesor universitario y en uno de los más profundos y respetados pensadores del partido comunista checo, en momentos en que Checoeslovaquia caía bajo la órbita soviética y el estalinismo impedía toda forma de pensamiento libre, cuando, en términos de Kosik, “la situación mundial y normal de las ideas fue abolida brutalmente”. Por supuesto sus convicciones y perspectivas políticas, contrarias al estalinismo, pronto le llevaron a expresar sus contradicciones con el régimen, las cuales le grajearían el odio y la persecución por parte del funcionariado adscrito y marcado por la subalternidad absoluta.

 

Después de la muerte de Stalin, acaecida en 1953, es decir ya bajo las orientaciones de Nikita Khruschev, quien había denunciado la criminal represión estalinista y el culto a la personalidad promovido por éste, en 1956, se presentan en Checoeslovaquia algunos conatos de rebeldía contra la injerencia soviética los cuales serían duramente silenciados.

 

Durante la década de 1960 Kosik realiza muchas publicaciones y conferencias con las cuales va definiendo y dando claridad a sus planteamientos fundamentales y, asimismo, se produce un reconocimiento internacional a sus ideas y propuestas. En 1963 publica Dialéctica de lo concreto (Estudio sobre los problemas del hombre y el mundo), texto que entra a iluminar, con el rescate de la teoría de la Praxis, las tesis del marxismo que se había convertido en una especie de ideología fría, dogmática, sectaria y sin sentido, lo que habría de transformar a Karel Kosik en una de las figuras más relevantes de la filosofía contemporánea. El gran escritor y filósofo mexicano –de origen español–, Adolfo Sánchez Vázquez sería el mayor divulgador de las tesis y el pensamiento de Kosik en toda la América Latina.

 

En enero de 1968, Alexander Dubcek, gobernante comunista de Checoeslovaquia, emprendió una serie de reformas políticas y sociales, de carácter emancipatorio y en favor de la soberanía y la autodeterminación, las que no fueron del agrado de los soviéticos quienes decidieron invadir el país con un enorme contingente militar –que, de alguna manera, permanecería hasta 1991–. Luego de los levantamientos populares, duramente reprimidos y hasta masacrados; después de este movimiento que conocemos como “La primavera de Praga”, vendría una etapa de “normalización” que, entre muchas otras cosas, significaría la más despiadada y persistente persecución y “purga” hacia todo el movimiento político e intelectual, supuestamente comprometido con esa insurrección.

 

Kosik habría de pagar con creces su osadía de pensar autónomamente bajo el imperio del estalinismo; fue acusado de “revisionista” y de ser antimarxista, se le impidió publicar, fue expulsado de la docencia universitaria y se le impuso una especie de ostracismo que él supo burlar continuando en sus quehaceres políticos e intelectuales, persistiendo en ellos, la más de las veces de manera clandestina, hasta el año 2003 en que falleció, no sin antes haber editado en 1997, bajo el título de “Reflexiones antediluvianas”, el que sería su último libro, una compilación de 15 de artículos suyos publicados en diversos medios y en distintas latitudes.

 

Se trata de una obra en la que, según lo afirma el mismo autor, se pretende “llamar la atención sobre el diluvio que ya se está extendiendo por todo el mundo y en el que la humanidad podría perecer…”, por la voracidad de los mercados que la asfixian y que la han llevado, precisamente, a privarla de humanismo. Afirma kosik que una de las palabras básicas del siglo XX ha sido: Liquidar (a los judíos, a los enemigos de clase, a los competidores, al medio ambiente, a la naturaleza, a la vida…), dice que estamos ya sufriendo una especie de “capitulación ante el mal” y, siguiendo a su compatriota Franz Kafka, ratifica que “la perversión y la anormalidad” son lo más característico de la época moderna y que esta locura se da bajo el poder de una lumpemburguesía, criminal, arribista, carente de escrúpulos que ha sido el producto resultante de la globalización del mercado, de un “Círculo Infernal” (así se denomina uno de los capítulos del libro) que desborda el dinero y los mercados de antaño, ahora convertidos, bajo la impronta y hegemonía planetaria de un supercapital que todo lo domina y controla, como una especie de “bestia triunfante”.

 

Para Kosik, “La lumpemburguesía no es un caso excepcional y aislado, sino un proceso social…” está compuesta de nuevos ricos que “combinan las actividades empresariales con la mafia, las estafas y el submundo criminal” y, mediante el engaño, la simulación, la farandulería y la figuración mediática, estos grandes estafadores y sus “empresas” constituyen una plaga de avidez, avaricia y consumismo parasitario que definitivamente ha destrozado los viejos ideales de la “democracia”, sustituyéndolos por las patéticas imágenes de unos líderes fanfarrones, decadentes, inmorales y cínicos. Afirma (en el apartado “La lumpemburguesía y la verdad superior”): “La diferencia entre lo moral y lo inmoral desaparece… puedes ser un arribista, un bandido, un pedófilo, un mentiroso, un cobarde, pero si vas en un Mercedes te saludan con respeto y tienes las puertas abiertas”.

 

Paradójicamente, según el autor, “durante el siglo XX se entremezclaron tres clases de procesos. Esta época ha vivido horrores y catástrofes nunca vistos -la primera y la segunda guerras mundiales, Auschwitz, el Gulag, Hiroshima- pero alcanzó también la gloria con descubrimientos científicos y técnicos que le hacen a la gente la vida más sencilla y agradable”. Los procesos y acontecimientos revolucionarios, lamentablemente quedaron atrapados en ese círculo infernal de las promesas fallidas.

 

En fin, el capitalismo tardío no sólo produce mercancías, artefactos, información manipulada, diversión, espectáculos, confort y las más diversas entretenciones y placeres, sino, también, aburrimiento, desolación, nihilismo, angustia, neurosis, drogadicción, pobreza y vacío espiritual. Es así como a la gente le parece “normal” la existencia del complejo industrial-militarista, que pesa sobre todo el planeta; las empresas armamentistas, el engranaje y la fusión entre ciencia-universidad-militarismo es tolerado y aceptado, como algo corriente, así esté destinado a las masacres institucionalizadas, a los genocidios planificados, a la muerte administrada por los agentes estatales. La “prensa libre” seguirá escribiendo contra las “brutales masacres” y la llamada “opinión pública” continuará condenando las guerras y la “carnicería”. Luego, los propios vendedores de esas arma –en una farsa consentida y hasta enaltecida por los propios manipulados espectadores– llegarán con sus “ayudas humanitarias” a reducir el dolor de las poblaciones masacradas, en un “círculo infernal” que fortalece, aún más, esa lumpemburguesía que no está dispuesta al cierre de sus fábricas de muerte, porque dejarían sin trabajo a muchos obreros y la “diplomacia” seguirá, aparentemente, discutiendo y luchando por la paz.

 

Asegura Zizek, frente a ese diluvio universal que se expresa de mil maneras, que: “Mientras no descubramos ese fundamento oculto de la perversión y no nos incorporemos a la resistencia…continuaremos viviendo en la mentira…”, que el dominio planetario de esta lumpemburguesía, de la cotidiana corrupción, la descomposición de la política, la vacuidad espiritual y la banalidad de la vida, no podrá ser superado mediante medidas administrativas, legales o simples paliativos. Para salvar la humanidad de la ambición ilimitada, de los cálculos empresariales, de la domesticidad generalizada y de ese devastador nihilismo que ya lo corroe todo, el pensar es ya un signo de resistencia, tenemos que elevar a las personas a su condición de constructores de su propia historia, más allá de la subalternidad, la obediencia acrítica a una ideología o los simples activismos militantes…

 

* Edición 747 – Semana del 18 al 24 de septiembre de 2021

 

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