De la abundancia que naufraga a la ilusión del pasado

 

| Por Carlos Alberto Castaño Martínez* |

 

Con mi compañera Sonia y mi hijo Carlos Mario, el 4 de enero del presente año llegamos al municipio de la Dorada Caldas donde escuchamos decir que había llegado la subienda y que abundaría el pescado.

 

El día sábado 9 de enero nos instalamos a la orilla del río Magdalena donde improvisamos un rancho con palos, plástico y hojas de palma para menguar el intenso calor. El fogón construido con barro, la mana, un hueco a metro y medio de la orilla del rio para disponer de agua limpia y la letrina.

 

La ilusión de la llegada de la subienda motivó la masiva presencia de gente del municipio y turistas que llegaban de diferentes regiones de Colombia a las playas del rio. Niños, jóvenes, mujeres y hombres armados de anzuelos, chinchorros, atarrayas, surcaban las orillas del aun majestuoso río Magdalena, según sea su variación diaria, con la ilusión de capturar algunos peces.


 

Héctor Rondón es un pescador con más de 40 años de experiencia en el rio Magdalena en Bucamba, la Dorada Caldas. Hablamos con don Héctor a quien le preguntamos cómo ha sido su experiencia como pescador en la “subienda” y en la “bajanza”.

 

La subienda es un fenómeno natural en el que las especies de peces que habitan el rio, suben en sentido contrario a la corriente en un proceso de búsqueda de las partes altas del rio para desovar, manifestándose en la llegada a la Dorada, hace algunos años, en abundancia, diversidad y buen tamaño de la pesca. Se pescaba mucho, el pescado era muy barato y pocos eran los pescadores; ahora, es todo lo contrario, pocos peces a los que “no se les permite crecer”, muchos pescadores y precios elevados. Por su parte, la “bajanza” es cuando huevos y larvas se desarrollan migrando aguas abajo (hacia el Bajo Magdalena), y entran a las ciénagas que son sus criaderos naturales y que están llenas gracias a las lluvias que hacen que el río se desborde, permitiendo el ingreso de los peces a estas zonas de refugio donde se alimentan y crecen. Los peces buscan la ciénaga para dar de esa manera continuidad al proceso natural de desarrollo y crianza, para permitir que se repita, una vez más como cada año, ese fenómeno conocido como la subienda.

 

Habitar el río y sobrevivir de él, esa es la cotidianidad de la lucha y la cultura de los pobladores de más de ciento ochenta municipios a orillas del río Magdalena.

 

El río Magdalena, el más importante y extenso de Colombia, está habitado por una extensa colectividad de pobladores ribereños que viven de este gran río de 1.540 kms., que recorre el país desde las tierras altas de los Andes en el macizo colombiano, hasta las tierras bajas y cálidas del Caribe.

 

Las comunidades se enfrentan a la disminución drástica en la migración de peces durante la temporada de la subienda, causada por la contaminación ambiental, la colonización de las ciénagas y las malas prácticas de pesca, entre otros elementos perjudiciales que ponen en agonía el equilibrio del ecosistema y la continuidad de las faenas diarias

 

Este es el escenario que se vive actualmente en varios municipios ubicados en la ribera del río Magdalena, cuyos habitantes desde hace varios años vienen presenciando la degradación de su ecosistema, la disminución de los recursos pesqueros y ahora también deben enfrentarse a la inminente llegada de proyectos hidroeléctricos, planes de dragado y canalización para la navegabilidad del río y nuevas obras viales que terminarán de aniquilar los recursos y desviarán a los viajeros lejos de sus municipios.

 

Sobre la playa del rio, desde nuestra improvisada vivienda, en las oscuras y calurosas noches se escuchaba el ruido producido por el plomo que cubre el “seno” de las nuevas pesadas herramientas, que hoy se utilizan para la pesca, como la ralera, el tras-mayo y la barredora.

 

A la par que organizaba la “vivienda”, o la bautizada por mí, tienda “bella vista”, donde pernotaríamos durante 50 días buscando el “rebusque” de cualquier peso, tan esquivo en estas calendas, limpiaba de basura la orilla del río. La labor que realicé en la práctica, fue bien recibida por muchas personas que visitaban el lugar. Así nos lo hacían saber aquellos que arrimaban a la improvisada “bella vista”.

 

Aprovechando la presencia de algunos pescadores ya conocidos por mi compañera Sonia, oriunda de la región, quien en época de subienda de años anteriores visitaba el lugar y se relacionaba con Jorge y José, conocidos como los “Pataloes”, primos de la compañera. Pescadores reconocidos en Bucamba por su antigüedad como el viejo Floro, Chepe, Héctor, Fabio y Octavio, el joven de la “gallada” y quien hace la diferencia, por su ánimo y habilidad para tirar la atarraya.

 

Fabio Meléndez, un pescador de 72 años que, a pesar de su edad, no tiene nada que envidiar a Octavio y quien, a pesar de la difícil situación, siempre tiene un cuento para robar una sonrisa: “care verga” es la palabra que utiliza siempre en sus conversaciones.  Quizás uno de los grandes valores que tiene Fabio es el de servir a los demás.

 

Lo triste de las historias que se escuchan de boca de los pescadores, se remite a lo relacionado con la “subienda”, especialmente la manera como año a año, observan que ha venido disminuyendo la llegada de los peces a la Dorada y a Honda y de cómo han visto día a día, que el rio pierde fuerza y agua.

 

Hasta hace 20, 0 30 años, cuando llegaban los peces a estos pueblos, la abundancia se convertía en una verdadera fiesta a la vida. Bucamba en la Dorada Caldas y Honda en el Tolima, donde se celebra el festival de la subienda como testimonio vivo de ese acontecimiento. Hoy tristemente debemos decir que más del 70% del pescado que se consume en Colombia, es importado y mucho de ese pescado proviene de ríos altamente contaminados, incluido el del rio la Magdalena.

 

En diciembre del año 1996, el diario “el tiempo” en un artículo titulado “la pesca naufraga en el rio Magdalena” advierte desde el III foro pesquero de la cuenca del Magdalena que sesiono por esa época en Barrancabermeja, contando con representantes de los pescadores de las diferentes regiones del país y delegados del Gobierno Nacional para analizar la crisis del sector, que los recursos pesqueros de este afluente no durarían más de diez años (El Tiempo, 1996).

 

Se lee en el artículo que “según las estadísticas presentadas por el presidente de la Asociación de Pescadores de la Cuenca del Magdalena Medio (Apecmag), Pablo Emilio Tejada Román, en menos de 20 años las capturas de bocachico, que representan el 45 por ciento de la pesca en el río, pasaron de 23.000 toneladas anuales a 1.330”.

 

Añade el artículo que “en la zona media del Magdalena el descenso de la actividad pesquera muestra una curva dramática. En 1979, se comercializaba desde Barrancabermeja a otras plazas del país 8.659 toneladas de pescado, sin incluir la venta local, mientras el año pasado (1995), incluido el consumo de la ciudad, se vendieron apenas 570 toneladas”.

 

Los pescadores argumentan, acota el artículo, que la progresiva contaminación del río, la falta de una política clara del Gobierno respecto a la actividad pesquera y la recuperación del Magdalena, además de la falta de créditos e incentivos, están acabando con el afluente.

 

Le solicitaron al Gobierno fortalecer el sector mediante el diseño y puesta en marcha de un Plan Nacional de Pesca, además de la creación de un fondo y una cuota pesquera.

 

También, solicitaron la concertación de un plan de repoblamiento y preservación de los recursos naturales y una reforma agraria para los pescadores que les permita en los períodos de veda dedicarse a la agricultura o a la cría de animales.

 

Ahora, en el año 2021, la queja de los pescadores sigue siendo la misma e incluso mayormente agravada, por lo que al parecer, las políticas anunciadas no han pasado de ser solo demagogia y planes, pero de ilusiones.

 

Por la época el articulo señalaba que “es evidente que algunas entidades como el Fondo Agropecuario de Garantías no son suficientes para incentivar la pesca en todo el país, de ahí que sea necesario crear un plan que abarque todos los aspectos y evitar una crisis social que puede darse con la desaparición de la actividad, dijo Pereira Velásquez”, puntualiza este artículo del tiempo.


 

Desde “Bella Vista”, improvisado cambuche a la orilla del rio, se observa parte de la Dorada, la inmensidad del   rio grande de la Magdalena, el barco insignia “el Yuma”, las garzas, y los patos que asombran a propios y extraños con su destreza para alimentarse, zambulléndose en las aguas del rio para capturar los peces. En las tardes se observan nubes de aves que vienen desde las ganaderías circunvecinas donde se ocupan durante el día de limpiar de garrapatas al ganado. En las tardes llegan hasta la montaña a pasar la noche.

 

El río Magdalena cada vez está más contaminado y seco; el daño ambiental se puede evidenciar en los playones que van quedando, donde lo único que va quedando de la belleza del río es arena y piedra.


Según reporte del Servicio Estadístico Pesquero Colombiano- SEPEC del 15 de febrero del 2021, 148 toneladas de pescado fueron aprovechadas por los pescadores en esta subienda.

  

La memoria de los viejos pescadores, trae el recuerdo de las épocas pasadas cuando se pescaba sólo con atarraya permitiendo el buen tamaño en la pesca, comparándola con el ahora, cuando se utilizan herramientas más sofisticadas como la ralera para coger barbudo, y hay chinchorros, que recogen buena parte de los peces incluyendo los más pequeños.

 

Anteriormente se pescaba artesanalmente, con canalete, me cuenta don Hector Rondon, y ahora hay mucha canoa con motor, entonces se genera competencia. Eso entonces también está acabando con el pescado y con la tradición; ahora el pescado grande como el bocachico y él nicuro lo están pescando desde la ciénaga. Cuando llega el pescado a la Dorada y a Honda ya viene muy escogido. Anteriormente, se cogían nicuras y nicuros grandes pero ahora nada, y además ahora hay más gente pescando.

 

Según nos dice don Hector, el Gobierno debe reglamentar la pesca, para que el pescador, por ejemplo, tenga una licencia y se vigile la pesca como en su tiempo lo hacia el INDERENA a través de un inspector. Muchos de nosotros el pescado pequeño lo devolvemos al río, pero muchos no lo hacen y el pescadito pequeño termina en el plato.

 

Cuándo existía el Inderena, había un inspector que tenía su chalupa y visitaba las rancherías acompañado de la policía, vigilaban la clase de herramienta que se utilizaba para la pesca y hasta nos solicitaban licencia a los pescadores, pero ahora nadie controla, afirma Rondón.  

 

Uno como pescador veterano, se da cuenta como se está acabando el pescado. Nosotros los pescadores, quienes hemos dedicado toda nuestra vida a la pesca, deberíamos tener del Gobierno un subsidio, porque muchos de nosotros, ya somos de la tercera edad y no contamos con ninguna seguridad social. Yo soy de la tercera edad y no recibo ningún subsidio. Me di cuenta por la televisión que en partes de la costa a muchos pescadores ya les están dando esos beneficios. No sé qué nos falta para que también el Gobierno nos de esos beneficios, sabiendo que hacemos parte de la asociación de pescadores de la Dorada. Sería bueno que el Gobierno nos tenga en cuenta y mensualmente nos de esa ayuda.


 

Cuando hay tiempo de veda, no se puede pescar el bagre, deberían ocupar cierto personal generando empleo, para nosotros mismos recoger toda la basura que hay por la orilla del río como plástico, llantas y demás materiales que contaminan.

 

Nosotros mismos, podríamos ser ocupados para hacer esa labor y llevar esa basura hasta el lugar indicado donde lo recoja la volqueta. Hace falta el cuido del río ya que la misma ciudadanía, arroja mucha basura como llantas y plástico. En Bucamba, yo recojo la basura para llevarla al carro que la recoge el martes, jueves y sábado. Esa basura es el acabose del pescado; hemos encontrado pescados con el zuncho engargolado en su cabeza. A la gente le falta mucha conciencia, vienen a paseo y dejan toda la basura por la orilla del rio, nosotros recogemos y llevamos esa basura hasta la volqueta para que se la lleve al basurero. Hace falta mucho control, a muchos pescadores también les hace falta conciencia para que ayuden a cuidar el río.

 

Debemos cuidar el río para que no se nos acabe el sustento de nuestras familias. En tiempo de subienda, llega mucha gente de muchas partes a buscar el pescado ya sea para el sustento de la familia o para vender.

 

Para mí, el rio ha sido fuente de trabajo de toda la vida, tengo más de 40 años vinculado al río; yo quiero mi río y lo hago respetar porque me ha dado transporte, me ha dado comida.

 

Cuando no hay pescado, traigo leña y el río es mi transporte. Uno quiere entonces que el Gobierno tenga una política clara que defienda el río para que no se acabe. Que se mire para abajo y se reglamente donde se están utilizando herramientas que anteriormente no eran permitidas, y no es que uno se oponga a que no las tengan, pero que se tenga la maya adecuada que le permita al pescado pequeño que pase y siga subiendo y sólo se capture el pescado grande que es el que debemos vender.

 

No debemos permitir que se siga cogiendo él nicuro, bocachico o bagre pequeño. Nosotros el pez pequeño que cae en la atarraya, lo devolvemos al río, pero hay gente que no lo hace, y lo peor de todo es que hay gente que contribuye al desastre comprando ese pescadito.

 

Mucha gente, y no sólo el pescador, no se dan cuenta que, habiendo pescado, hay platica y puede ir al almacén a comprar sus cositas, a tomarse una cerveza porque la gente tiene derecho a gastarse su plata en lo que le provoque y de esa manera la economía se mueve, pero si no hay pescado no hay nada.

 

La subienda entonces genera trabajo, bienestar, llega mucha gente a vender cositas, pero ahora la subienda se da por “fugas”, algunas duran 3 días, 2 días, 1 día o 3 horas y desaparece. Es decir, hay menos pescado y mucha gente pobre tratando de coger un pez, mucha pobreza es lo que si hay.

 


El río está acabado, el pescado también se acabó, anteriormente las pescas duraban, se acabaron los chinchorros, ahora el Bagre lo pescan con esos “Tras-mayos”. Anterior mente, se pescaba con el chinchorro y la pesca era más linda, pero eso tan lindo se acabó. Anteriormente en un chinchorro, pescaban 5 personas y se partía para 6. Ahora con un tras-mayo, pescan 3 personas y parten para 5. Que lastima que se ha acabado la pesca artesanal que se hacía con chinchorro y canalete. Ya nadie quiere pescar con canalete, ahora todos quieren pescar con motor.

 

El Gobierno y las administraciones municipales, deben velar y cuidar para que las aguas residuales de la industria, no se voten contaminadas al rio. Que esas aguas contaminadas pasen por unos filtros, y los hospitales también controlen los desechos para que estos no contaminen las aguas que finalmente llegan a los ríos especialmente al Magdalena.

 


 

Don Héctor, con respecto a que el Gobierno habla y habla de cuidar y proteger el medio ambiente y se contradice cuando es el mismo Gobierno quien le concesiona el territorio a las grandes Multinacionales para que exploten la riqueza destruyan y contaminen nuestros ríos con residuos de Cianuro y mercurio nos dice: “En ese sentido no es mucho lo que podemos opinar, porque son multinacionales que tienen mucho poder y uno no puede oponerse a esas cosas porque desafortunadamente vivimos en un país donde lo mejor es quedarse callado para no recibir represalias. Pero que si debemos hacer algo para evitar que esas aguas contaminadas no caigan al rio. El llamado entonces es a seguir cuidando el río desde nuestras posibilidades, recogiendo la mugre para al menos no dejar que se contamine con basura. Pero en el tema de la contaminación por minería, no tengo mucho conocimiento al respecto, pero si he escuchado que utilizan mercurio y cianuro y que esos residuos van a caer a los ríos y la magdalena no se escapa a esa contaminación. Sé que del Amazonas sacan al mercado una variedad de pescado muy pulpo pero tambien depredador parecido al capaz que se llama “capaceta” que viene muy contaminado con mercurio y cianuro. Pero también sé que de Asia llega mucho pescado y bien contaminado.


A la pregunta de cuantas familias viven del pescado en la Dorada esta fue su respuesta.

 

En la Asociación de pescadores de la Dorada, hay unas 60 personas inscritas y esas 60 se multiplican por 4 0 5 personas en cada hogar. Todos viven de la pesca del río Magdalena, pero hay otras familias como los de los negocios que nos compran a nosotros, el ambulante que compra para   vender en la calle. Con el problema que se está presentando por la disminución de la subienda todas estas familias, están afrontando difíciles condiciones para poder sobrevivir. Mucha gente no nos compra a nosotros, pues aseguran que lo consiguen más barato en Ibagué y Bogotá, pero no tienen en cuenta que ese pescado ya tiene varios días de cogido y está enhielado. Mientras que acá a la orilla del río o en el puerto de la Dorada lo puede comprar fresco y hasta vivo.

 

La subienda, que era abundancia, alegría y vida, hoy por hoy es sólo una ilusión.

 

* Luchador popular y fotógrafo social distinguido con el Premio Alto Espíritu Salmón (2009). También es el creador de la Galería de la memoria "Realidades porque el ojo y el lente no mienten".


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