Más muerte, menos “petrismo”


 | Por Alexander Martínez Rivillas* |

 

No creo en esa historia de un Duque que padece “sordera”, o que no atiende a los reclamos urgentes de la población. Tampoco creo en esa historia de un Carrasquilla que no entiende la complejidad social de la reforma tributaria. Ese relato sobre las “súplicas del pueblo”, que no son oídas por los gobernantes, esconden la vieja noción del reyezuelo que no se conecta con el pueblo, pero que, si lo hiciera, traería paz y fortuna a todos. De hecho, esa engañifa no deja de recordarme una de las tantas defensas de Platón a las “buenas monarquías”.

 

En Colombia, desde hace meses se viene configurando, en respuesta a las encuestas presidenciales, una política de inducción de inestabilidad del “orden social” a escala nacional. Dos propuestas regresivas de reforma tributaria con pocos meses de diferencia. Concentración de las ayudas en las grandes empresas o corporaciones. Impagos de salarios e incentivos al personal de salud. Negativa del Estado a endeudarse con el banco central para paliar la crisis. La mirada impávida de los gobernantes ante el crecimiento de la pobreza y del estancamiento del ingreso per cápita real en los últimos años. La aberrante acumulación de utilidades de la banca privada en un contexto de hambre o desespero. La masacre diaria de líderes sociales, de campesinos cultivadores de coca, de desmovilizados de las FARC, o de jóvenes rurales que deciden hacer una juerga, entre otros hechos consabidos, dejan un mensaje claro: el país debe incendiarse para justificar un estado de “conmoción interior”.

 

Militarizada la nación, propagado el pandemonio por todo el territorio nacional, no podrían realizarse elecciones y, en lugar de medidas “petristas”, se requerirían amplios diálogos interpartidistas e intergremiales para restablecer el orden. Mientras tanto, la “asistencia militar” garantizaría la transición a un estado de gobernabilidad “no petrista”. Esta agenda inductiva de violencias ya ha sido planificada y puesta en marcha desde hace meses. Frente a lo cual los “verdes” y el “moir” ya están jugando su papel de atenuadores del descontento, exigiendo “reformitas” o “concertaciones” con las élites financieras. Pues, según ellos, de no hacerlo así, el país estaría “incendiando” por siempre. Viejas fórmulas para males intemporales. En efecto, no tendremos ni reformitas ni concertaciones. Aquí, el centrismo y la derecha siempre han luchado de la mano por mantener la perfecta inmutabilidad del orden económico y social.  


 

El asesinato de Santiago en la noche de ayer, en Ibagué, se enmarca en esa tenebrosa agenda de militarización del país. En días pasados escribí una carta a todo el profesorado de la Universidad del Tolima expresando que, las élites políticas del Tolima solo podían provocarme asco. Lo que no cayó bien en algunos círculos (de todas las tendencias ideológicas). Hoy, con el asesinato de Santiago y el silencio cómplice de estas mismas élites, ratifico por enésima vez lo dicho: me dan asco.       

 

(*) Profesor asociado de la Universidad del Tolima.




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